Le doy gracias a Dios de que exista Twitter
Sinead O’Connor
Does anyone know a psychiatrist in Dublin or Wicklow
who could urgently see me today please? I'm really unwell and in danger. I desperately
need to get back on meds today (¿Alguien conoce a un buen psiquiatra en Dublín
que me pueda ver con urgencia hoy? Realmente me encuentro mal, y en peligro.
Necesito desesperadamente volver a tomar medicamentos hoy)… Este mensaje de exactamente 140 caracteres fue
enviado vía twitter el miércoles 11 de enero de 2012 (hace dos días) por la cantante irlandesa Sinead
O’Connor quien la noche previa había tenido un segundo intento de suicidio en
una semana. A su llamado respondieron inmediatamente cientos de personas recomendándole especialistas.
En septiembre de
2011 tras haber enviado varios mensajes en twitter con textos sugerentes de
intento suicida, publicó en su blog lo siguiente: Las personas que expresan sentimientos suicidas son menos propensos a
actuar en consecuencia. Cualquier persona que muestre el menor indicio de
mierda al expresar sentimientos suicidas es un pendejo y se le pide
educadamente abandonar
definitivamente su preciosa compañía.
Frente a estos
hechos cabe la pregunta ¿qué impulsa a esta talentosísima cantante, quien con
su tatuaje de un Cristo coronado en el pecho, su rapado permanente y sus
cuarenta y cinco años, conserva esa mágica belleza celta?
La pregunta me
resuena profundamente pues he seguido su trayectoria por décadas. En 1990 salió
a la venta su segundo LP, I do not want
what i haven’t got (No quiero lo que no tengo), el cual mi hermano tuvo el
buen criterio de comprar cuando los discos todavía eran de acetato y esto me
permitió conocer a esta peculiar y hermosa canta-autora. El long play incluía Nothing Compares 2U (Nada se compara contigo), paradigma musical
del rompimiento amoroso adolescente, promueve la fantasía de que hay legiones
de parejas alternas pero solamente se quiere estar con el amado o la amada,
pues nadie se compara con él o ella. La espléndida voz de O’Connor y la
maravillosa música contrastan con la banalidad de frases como aquella de: Fui al doctor y ¿adivina que me dijo?: niña
mejor trata de divertirte, no importa lo que hagas, él es un tonto. Pero al
mismo tiempo la canción satisface la sed de metáforas de los corazones
adolescentes en duelo: Ha sido todo tan
solitario sin ti, como ave sin una canción. Siendo honesto, todo lo dicho
sumado a que la pieza la compuso Prince, resultaron para mí nimiedades frente a
la voz de la irlandesa cuyos encantadores ojos parecen tener el mismo tamaño de
su boca.
Así que cuando supe que acompañaría a
Peter Gabriel en la gira de su disco US,
durante la cual el genial compositor y cantante daría su primer concierto en
México, besé incesantemente mi boleto de entrada. Ya en ese momento O’Connor
era una figura polémica, no sólo por aparecer semi-desnuda en la portada del US, sino por que el 3 de octubre de 1992
al participar en el popular programa Saturday
Night Live, cantó la canción de War
de Bob Marley como forma de protesta contra los abusos sexuales de los
sacerdotes católicos. Mientras interpretaba la pieza cambio la palabra racismo por abuso de menores tras lo cual presentó frente a las cámaras una
fotografía del papa Juan Pablo II, la rompió y pronunció la frase lucha contra el verdadero enemigo.
Todavía la recuerdo
en el concierto como hada vestida con overol danzando y cantando descalza por todo el escenario. Pido disculpas a
los Gabrielofilicos y a los fanáticos
de los maestros Tony Levin y Manu Katché, que también acompañaban al músico,
pero la cantante calva me inquietó
hasta el paroxismo con su maravillosa voz en los coros de Blood of Eden, haciéndome olvidar al magnífico consorcio de
artistas que hicieron de esa noche un rito al buen gusto el cual concluyó con
una fiesta de todo el staff sobre el escenario.
En particular dos
de sus interpretaciones erizan inclementemente mi epidermis. Una es su versión
de The house of the rising sun, melodía
de autor anónimo que relata la mala fortuna de un individuo en Nueva Orleans,
la cual se hizo popular en 1966 con la grabación del grupo The animals. El cover de O’Connor inicia con su voz a capella, sutilmente se une un
acompañamiento de guitarra, luego el bajo hace escuchar su voz, para
cuando se une el piano uno se encuentra hipnotizado y dispuesto a seguir a
Sinead ahí adonde vaya (Para escuchar la canción: http://www.youtube.com/watch?v=_bDW-YQZVLw).
La otra es su
interpretación de I don’t know how to love
him, esa magnífica canción del primer musical compuesto por Andrew Lloyd
Weber, Jesucristo Superestrella. Esta
pieza me conmueve desde la infancia, quizá por mi precoz empatía con las
mujeres tristes, la cual me alió con el dolor del personaje de María Magdalena
quien amó profundamente la humanidad de Jesucristo. Su batalla entre lo
terrenal de su pasión y la incontrovertible misión espiritual de su amado,
despertaron tempranas preguntas en mí que años más tarde me hicieron devorar la
novela de Nikos Kazantzakis La última
tentación de Cristo, llevada al cine por Martin Scorcese. En esta novela se
plantea la hipótesis de lo que hubiera sucedido si Jesucristo hubiera elegido a
María Magdalena en lugar del sacrificio en la cruz que lo consumó como mesías. La
versión de O’Connor pertenece a su disco Theology,
además de la extasiante voz con la cual canta, la interpreta con un estilo
irlandés que fusiona dos de las grandes pasiones de la cantante, su tierra y a
Cristo, a quien lleva tatuado arriba de sus senos (Para escuchar la canción: http://www.youtube.com/watch?v=lgKb7-YC9lI).
Talento
y Melancolía son primos hermanos, pareciera que mientras más inquieto es el
espíritu, la tristeza le acecha más, probablemente se deba que a quien es
creadora o creador la pérdida le
resulta más intolerable, quizá el deseo de crear es un intento por huir del
dolor y sacarle la vuelta a la muerte, por eso cuando la musa se difumina o hay
una pérdida real, los fantasmas de la infancia retornan removiendo el terror
resguardado bajo la obra. Sinead O’Connor, es la tercera de cinco hermanos,
teniendo ocho años sus padres de divorciaron y ella junto con los dos mayores
va a vivir con la madre, mujer intensamente maltratadora de cuyos impulsos
destructivos huye O’Connor a los trece años para buscar refugio con su padre,
quien al no poder sostener la intensidad de la adolescente la interna en una
institución de religiosas. Es ahí donde uno de esos maravillosos seres
rescatadores descubre su talento y lo promueve, antes de los veinte años ya
había hecho sus primeras grabaciones. En 1985, la madre muere en un accidente
automovilístico, hecho que afecta profundamente a O’Connor. Posiblemente al
morir la madre antes de que Sinead comprendiera las razones de su maltrato, la
dejaron sola atrapada en una red de enojo, incertidumbre y culpa. Tras el final
de su cuarto y último matrimonio el cual duró 16 días, la cantante declaró que ya
no se vincularía románticamente con nadie pues no soportaría ver que nuevamente
se le hace daño a un ser amado como le hicieron los periódicos a su más
reciente esposo. Al parecer, el día de la boda, O’Connor sintió un poderoso deseo
de consumir crack lo cual derivó en
una serie de eventos desafortunados recogidos por la prensa. Ella coloca la
responsabilidad en la prensa pero la causa del daño la dirige a si misma.
En un comunicado el
día de hoy en su página oficial, ella escribe que su psiquiatra opina que no
sufre Trastorno Bipolar, por tanto su medicación será temporal. Muchos
opinadores sostienen como explicación de los comportamientos de la cantante a
través del tiempo, la oscilación entre la manía y la depresión. Los diagnósticos son siempre son
polémicos y nunca son suficientes para dar cuenta de la acción y pensamiento de
una persona y menos con el nivel de
la complejidad de O’Connor.
La cantante declaró
ayer al diario The Sun: Dios me quiere
por aquí, pero no entiendo por qué. Probablemente el dolor profundo de
O’Connor es que no le encuentra sentido a la obra de su vida, todos sus
intentos por salir de ella misma parecen resultar infructuosos frente al
espectro de la madre que sigue maltratando y deplorando cada uno de sus actos,
madre desplazada a la prensa del espectáculo plagada de seres que ante su falta
de atributos y corroídos por la envidia, dedican su vida a intentar destruir a
los creadores al sentirse aplastados por sus obras.
O’Connor atribuye
su salvación a Twitter, propiamente a las personas que conforman la red que
ella comparte en Twitter. Probablemente el lado amable de las redes sociales es
que cuando en soledad la persona siente que es arrastrada hacia el abismo de la
destrucción, puede lanzar un grito
de ayuda y recibir en tiempo real manos que le hagan emerger al menos del
momento crítico e impregnarla de vida en la espera de la llegada de los
cuidados más intensivos.
Para Sinead
O’Connor, Twitter fue su salvación y considera que Dios hizo posible la creación
de Twitter. Me parece que como ella, millones de seres humanos alrededor del
mundo han encontrado en las redes sociales una nueva manifestación de la
Providencia, por lo que ya no rezan mirando al cielo sino escribiendo en sus
teléfonos móviles o las pantallas de sus dispositivos digitales. Las nuevas
revelaciones llegan por vía de los
“Amigos” o los “Seguidores”, quienes dan certeza ontológica: “Me responden, por
tanto existo”.
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