viernes, 13 de enero de 2012

Twitter: Dolor y Providencia en la teología de Sinead O’Connor



Le doy gracias a Dios de que exista Twitter
Sinead O’Connor

Does anyone know a psychiatrist in Dublin or Wicklow who could urgently see me today please? I'm really unwell and in danger. I desperately need to get back on meds today (¿Alguien conoce a un buen psiquiatra en Dublín que me pueda ver con urgencia hoy? Realmente me encuentro mal, y en peligro. Necesito desesperadamente volver a tomar medicamentos hoy)… Este mensaje de exactamente 140 caracteres fue enviado vía twitter el miércoles 11 de enero  de 2012 (hace dos días) por la cantante irlandesa Sinead O’Connor quien la noche previa había tenido un segundo intento de suicidio en una semana. A su llamado respondieron inmediatamente cientos de personas  recomendándole especialistas.
En septiembre de 2011 tras haber enviado varios mensajes en twitter con textos sugerentes de intento suicida, publicó en su blog lo siguiente: Las personas que expresan sentimientos suicidas son menos propensos a actuar en consecuencia. Cualquier persona que muestre el menor indicio de mierda al expresar sentimientos suicidas es un pendejo y se le pide educadamente  abandonar definitivamente su preciosa compañía.
Frente a estos hechos cabe la pregunta ¿qué impulsa a esta talentosísima cantante, quien con su tatuaje de un Cristo coronado en el pecho, su rapado permanente y sus cuarenta y cinco años, conserva esa mágica belleza celta? 
La pregunta me resuena profundamente pues he seguido su trayectoria por décadas. En 1990 salió a la venta su segundo LP, I do not want what i haven’t got (No quiero lo que no tengo), el cual mi hermano tuvo el buen criterio de comprar cuando los discos todavía eran de acetato y esto me permitió conocer a esta peculiar y hermosa canta-autora. El long play incluía Nothing Compares 2U (Nada se compara contigo), paradigma musical del rompimiento amoroso adolescente, promueve la fantasía de que hay legiones de parejas alternas pero solamente se quiere estar con el amado o la amada, pues nadie se compara con él o ella. La espléndida voz de O’Connor y la maravillosa música contrastan con la banalidad de frases como aquella de: Fui al doctor y ¿adivina que me dijo?: niña mejor trata de divertirte, no importa lo que hagas, él es un tonto. Pero al mismo tiempo la canción satisface la sed de metáforas de los corazones adolescentes en duelo: Ha sido todo tan solitario sin ti, como ave sin una canción. Siendo honesto, todo lo dicho sumado a que la pieza la compuso Prince, resultaron para mí nimiedades frente a la voz de la irlandesa cuyos encantadores ojos parecen tener el mismo tamaño de su boca.
 Así que cuando supe que acompañaría a Peter Gabriel en la gira de su disco US, durante la cual el genial compositor y cantante daría su primer concierto en México, besé incesantemente mi boleto de entrada. Ya en ese momento O’Connor era una figura polémica, no sólo por aparecer semi-desnuda en la portada del US, sino por que el 3 de octubre de 1992 al participar en el popular programa Saturday Night Live, cantó la canción de War de Bob Marley como forma de protesta contra los abusos sexuales de los sacerdotes católicos. Mientras interpretaba la pieza cambio la palabra racismo por abuso de menores tras lo cual presentó frente a las cámaras una fotografía del papa Juan Pablo II, la rompió y pronunció la frase lucha contra el verdadero enemigo.
Todavía la recuerdo en el concierto como hada vestida con overol danzando y cantando descalza  por todo el escenario. Pido disculpas a los Gabrielofilicos y a los  fanáticos de los maestros Tony Levin y Manu Katché, que también acompañaban al músico, pero la cantante calva me inquietó hasta el paroxismo con su maravillosa voz en los coros de Blood of Eden, haciéndome olvidar al magnífico consorcio de artistas que hicieron de esa noche un rito al buen gusto el cual concluyó con una fiesta de todo el staff sobre el escenario.
En particular dos de sus interpretaciones erizan inclementemente mi epidermis. Una es su versión de The house of the rising sun, melodía de autor anónimo que relata la mala fortuna de un individuo en Nueva Orleans, la cual se hizo popular en 1966 con la grabación del grupo The animals. El cover de O’Connor inicia con su voz a capella, sutilmente se une un acompañamiento de guitarra, luego el bajo hace escuchar su voz, para cuando se une el piano uno se encuentra hipnotizado y dispuesto a seguir a Sinead ahí adonde vaya (Para escuchar la canción: http://www.youtube.com/watch?v=_bDW-YQZVLw).
La otra es su interpretación de I don’t know how to love him, esa magnífica canción del primer musical compuesto por Andrew Lloyd Weber, Jesucristo Superestrella. Esta pieza me conmueve desde la infancia, quizá por mi precoz empatía con las mujeres tristes, la cual me alió con el dolor del personaje de María Magdalena quien amó profundamente la humanidad de Jesucristo. Su batalla entre lo terrenal de su pasión y la incontrovertible misión espiritual de su amado, despertaron tempranas preguntas en mí que años más tarde me hicieron devorar la novela de Nikos Kazantzakis La última tentación de Cristo, llevada al cine por Martin Scorcese. En esta novela se plantea la hipótesis de lo que hubiera sucedido si Jesucristo hubiera elegido a María Magdalena en lugar del sacrificio en la cruz que lo consumó como mesías. La versión de O’Connor pertenece a su disco Theology, además de la extasiante voz con la cual canta, la interpreta con un estilo irlandés que fusiona dos de las grandes pasiones de la cantante, su tierra y a Cristo, a quien lleva tatuado arriba de sus senos (Para escuchar la canción: http://www.youtube.com/watch?v=lgKb7-YC9lI).
            Talento y Melancolía son primos hermanos, pareciera que mientras más inquieto es el espíritu, la tristeza le acecha más, probablemente se deba que a quien es creadora o  creador la pérdida le resulta más intolerable, quizá el deseo de crear es un intento por huir del dolor y sacarle la vuelta a la muerte, por eso cuando la musa se difumina o hay una pérdida real, los fantasmas de la infancia retornan removiendo el terror resguardado bajo la obra. Sinead O’Connor, es la tercera de cinco hermanos, teniendo ocho años sus padres de divorciaron y ella junto con los dos mayores va a vivir con la madre, mujer intensamente maltratadora de cuyos impulsos destructivos huye O’Connor a los trece años para buscar refugio con su padre, quien al no poder sostener la intensidad de la adolescente la interna en una institución de religiosas. Es ahí donde uno de esos maravillosos seres rescatadores descubre su talento y lo promueve, antes de los veinte años ya había hecho sus primeras grabaciones. En 1985, la madre muere en un accidente automovilístico, hecho que afecta profundamente a O’Connor. Posiblemente al morir la madre antes de que Sinead comprendiera las razones de su maltrato, la dejaron sola atrapada en una red de enojo, incertidumbre y culpa. Tras el final de su cuarto y último matrimonio el cual duró 16 días, la cantante declaró que ya no se vincularía románticamente con nadie pues no soportaría ver que nuevamente se le hace daño a un ser amado como le hicieron los periódicos a su más reciente esposo. Al parecer, el día de la boda, O’Connor sintió un poderoso deseo de consumir crack lo cual derivó en una serie de eventos desafortunados recogidos por la prensa. Ella coloca la responsabilidad en la prensa pero la causa del daño la dirige a si misma.
En un comunicado el día de hoy en su página oficial, ella escribe que su psiquiatra opina que no sufre Trastorno Bipolar, por tanto su medicación será temporal. Muchos opinadores sostienen como explicación de los comportamientos de la cantante a través del tiempo, la oscilación entre la manía y la depresión.  Los diagnósticos son siempre son polémicos y nunca son suficientes para dar cuenta de la acción y pensamiento de una persona y menos con el nivel de  la complejidad de O’Connor.   
La cantante declaró ayer al diario The Sun: Dios me quiere por aquí, pero no entiendo por qué. Probablemente el dolor profundo de O’Connor es que no le encuentra sentido a la obra de su vida, todos sus intentos por salir de ella misma parecen resultar infructuosos frente al espectro de la madre que sigue maltratando y deplorando cada uno de sus actos, madre desplazada a la prensa del espectáculo plagada de seres que ante su falta de atributos y corroídos por la envidia, dedican su vida a intentar destruir a los creadores al sentirse aplastados por sus obras.
O’Connor atribuye su salvación a Twitter, propiamente a las personas que conforman la red que ella comparte en Twitter. Probablemente el lado amable de las redes sociales es que cuando en soledad la persona siente que es arrastrada hacia el abismo de la destrucción,  puede lanzar un grito de ayuda y recibir en tiempo real manos que le hagan emerger al menos del momento crítico e impregnarla de vida en la espera de la llegada de los cuidados más intensivos.
Para Sinead O’Connor, Twitter fue su salvación y considera que Dios hizo posible la creación de Twitter. Me parece que como ella, millones de seres humanos alrededor del mundo han encontrado en las redes sociales una nueva manifestación de la Providencia, por lo que ya no rezan mirando al cielo sino escribiendo en sus teléfonos móviles o las pantallas de sus dispositivos digitales. Las nuevas revelaciones llegan por vía de  los “Amigos” o los “Seguidores”, quienes dan certeza ontológica: “Me responden, por tanto existo”.


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