jueves, 21 de marzo de 2013

Los calcetines y las fantasías sobre las vidas paralelas

Una mañana en la trama de las mañanas similares, rutina contra reloj donde cada minuto perdido incrementa el riesgo de retraso, me detuvo una impresión que derivó en planteamientos existenciales. Al observar el par de calcetines azules que pretendía calzarme descubrí sutiles contrastes en su tonalidad. La vida de los calcetines es como la de los gemelos, nacen juntos, son muy parecidos, van a la par por mucho tiempo, lo cual crea confusión, despierta la fantasía de que son inseparables, pero lo que las elecciones y decisiones hacen a los gemelos, lo hacen las lavadoras a los calcetines, los separan. Pero el drama de los calcetines es mayor, porque una vez que uno de ellos se pierde, el otro inmediatamente cesa en sus funciones. No necesariamente es arrojado a la basura, puede servir de “trapo”, puede transformarse en un peluche, hay quienes en arrebatos de añoranza guardan a los “solitarios” con la esperanza de que su par regrese.
Esta es una historia muy conocida, sin embargo, esa mañana mi pensamiento me llevó por otro periplo, pues una vez confirmada la similitud de forma, tamaño y estructura de resorte, confirmé que era un par original de calcetines, pero nunca me había planteado que un calcetín pudiera tener un desgaste diferente al otro, salvo cuando un agujero anuncia la despedida.  Pero no quedó ahí, concluí que los seres humanos tendemos a construir fantasías sobre las vidas paralelas, sentimos que todos quienes nos rodean deberían seguir un patrón de cambio y desgaste similar al de nosotros. Por eso cuando nos encontramos con quienes compartimos un momento de nuestra vida y luego les dejamos de ver por un largo tiempo, confrontamos las diferencias. Esto explica porque muchas personas no perciben el envejecimiento de sus padres, el crecimiento de sus hijos o los cambios de sus parejas. También sucede con la ropa o los objetos muy apreciados, no percibimos la erosión que el tiempo les ha procurado.
Gran drama el mío, hay quienes se inspiran frente a la inmensidad del mar, una tormenta o un bello ocaso; mi horizonte era un par de calcetines azules. Pero la vida siempre obsequia aún en los peores contextos, pues a diferencia de los afortunados beneficiados de natura, yo podía portar y vestir la fuente de mis reflexiones. Me puse los calcetines y durante toda la jornada los observé y profundicé en mis devaneos.
Los seres humanos podemos ir de par en par, en grupo o comunidad. Somos calcetines policromáticos. En cada etapa de nuestra existencia coincidimos en tiempo y espacio con iguales, con mayores o con menores. Nos sincronizamos e iniciamos los paralelismos. Las separaciones y la muerte nos van mostrando la fragilidad de nuestras fantasías, le pedimos a los viejos que nunca mueran, atesoramos nuestros juegos infantiles, en la adolescencia nos sentimos inmortales, pero todo el tiempo prevalece el deseo de perpetuar los vínculos que nos son gratificantes (aún el dolor puede ser sentido como placentero).
Cuando los vínculos continúan a través del tiempo, nos mentalizamos “unidos a…”: padres, hermanos, amigos, parejas, hijos, etcétera. Nos “encalcetinamos” , reflejando nuestras representaciones de nosotros mismos en los otros, midiendo los golpes de cronos con referencia a los paralelos. De pronto, una mañana, una tarde o una noche; observamos diferencias, como las que encontré en mis calcetines, y nos atrapa la angustia al descubrir que el desgaste es personal, que no venimos al mundo en pares o grupos, sino solos, y que nuestra mente y nuestro cuerpo son intransferibles. El paralelismo es relativo y constantemente amenazado, aún estando juntos puede no haber paralelismo, es el conflicto de muchas personas, no darse cuenta que estar a lado de otro, no significa que llevan una vida paralela.  Repito con cierta frecuencia la siguiente frase: si quieres que alguien permanezca a tu lado, hazlo dependiente de ti. Esto aplica principalmente a los hijos, madres y padres incapaces de renunciar a su fantasía de paralelismo, consideran  a sus hijos como extensiones de sí mismos y hacen todo lo posible para conservarlos al paralelo. Pero como le sucede a los calcetines, la lavadora existencial hace lo propio y lava, percude, separa por un tiempo y luego reúne o desaparece al par de maneras misteriosas.
Mientras miraba mis calcetines en medio del tráfico, del recuerdo emergió el slogan: Entre el zapato y el pantalón, está el detalle de distinción. No recordaba la fuente de ese sabio aforismo, hasta que mi mente gritó: Donelli. No es un académico de Harvard, La Sorbona o Cambridge, no conozco a ningún Dr. Donelli, era una marca de calcetines que se vendía en México y era promocionada con dicha frase. Una verdad enunciada desde el lugar más inesperado: la televisión. Los calcetines llevan una doble vida, no son ropa interior porque si se muestran, pero no son del todo ropa exterior porque siempre se ven parcialmente. Por tanto, la distinción esta en aquello en lo que nadie se fija pero todo mundo ve. Mi analogía de los calcetines con las personas cobró más fuerza. Las personas con las que somos afines son nuestra distinción, sea esto para bien o para mal. En lo personal, resguardo calcetines entrañables, pero como el Quijote, hay otros de cuyo nombre no quiero acordarme.
En su libro Mirar al sol. La superación del miedo a la muerte, el psicoterapeuta existencial Irvin Yalom afirma: Cuando los muy viejos mueren, se llevan consigo una multitud. Esto es debido a nuestras fantasías de paralelismo, sentimos que una época vive mientras una o uno de sus representantes siga con vida, aún frente la evidencia de que la etapa ha declinado tiempo atrás. Lo mismo aplicamos al interior de las familias, mientras siga respirando el miembro de una generación le consideramos un eslabón directo con los ya muertos, la tía de 100 años que todos cuidan porque muriendo ella se romperá el vínculo con sus contemporáneos, entre los que se encuentran los propios padres. En el campo de la filosofía y la psicología también sucede, pareciera que una teoría, escuela o sistema de pensamiento tiene más fuerza mientras los autores principales habiten todavía el mundo.
Los seres humanos requerimos de otros para constituirnos, como dice Yalom, somos los únicos animales para los cuales existir en sí es un motivo de conflicto, por tanto, necesitamos pensarnos, justificarnos y darle sentido a la existencia. Esto lo debemos a la conciencia que es la verdadera manzana del paraíso, al saber que podemos modificar el rumbo de nuestra existencia pero que inevitablemente esta terminará, luchamos por ser algo diferente, algo que trascienda nuestra muerte. Y para trascender necesitamos de otros. Prueba de las complicaciones humanas son todas las palabras de este escrito, las cuales se inspiraron en un par de calcetines que un perro se hubiera limitado a morder y jugar con ellos.

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