Por cobardía me fui de ti.
Por culpa mía, por egoísmo,
ya te perdí.
Por cobardía huí de ti.
Y que ironía, aunque sonría,
no soy feliz…
Por cobardía yo
me olvidé de amar.
ya te perdí.
Por cobardía huí de ti.
Y que ironía, aunque sonría,
no soy feliz…
Por cobardía yo
me olvidé de amar.
Por cobardía, Lolita de la Colina / Bebu Silveti
Hay a quienes el amor no les viene bien, exiliados de la ternura
parental son escépticos de los dones emanados de la subjetividad de otros.
Juegan incesantemente a escapar, enamorarse es su mayor malestar, sentirse
habitados de objetos buenos de amor lo viven como el contagio de un virus
mortal, por lo que responden con toda su fuerza inmunológica para evitar la
proliferación.
Hijas e hijos de padres profundamente narcisistas, con presencia
intermitente como sus afectos, hicieron de la desconfianza su principal
protección, el amor fue una promesa permanentemente incumplida, tras años de
espera inútil por una mirada cómplice de reconocimiento, se refugiaron en un estilo de apego inseguro-elusivo.
Negar los propios rasgos indeseados y proyectarlos en los demás les permite
sentirse diferentes, por eso cuando se les empieza a conocer optan por la
huída, para no desquebrajar la representación idealizada de sí mismos. Además
al abandonar pretenden consolidar su imagen de ser “especiales” y por tanto de no
“pertenecer” a nadie, lo cual es un manto narcisista que sirve como camuflaje a
su dolor más enraizado, el no haberse sentido nunca parte de algo, pues
finalmente uno pertenece al lugar donde el amor le cobija con fuerza.
Imperturbables, prefieren ahogarse de ausencia a experimentar
vulnerabilidad. Los elusivos gozan al ver sus teléfonos móviles saturados de
mensajes y llamadas sin responder, se quejan constantemente del acoso de los
demás, incluso de sus parejas. Cuando expresan cariño, sobrevaloran sus
sentimientos, hacen explícito que consideran su amor como un recurso no
renovable el cual deben distribuir a discreción, por tanto, cuando lo liberan
consideran que los beneficiarios deberían experimentar una intensa gratitud, al
ser privilegiados con un bien tan, supuestamente, cotizado.
Los elusivos atraen a las personas con apego inseguro-ansioso,
quienes acompañan cada día de su vida con la expectativa de ser abandonadas,
privadas de toda retroalimentación positiva en su vida, crecieron con la
certeza de estar vacías de sentido para los demás, por tanto, los demás se
convierten en su sentido. El inseguro retroalimenta la representación narcisista
del elusivo, le transmite en todo momento que “no puede vivir sin él”, pero lo
cierto es que las dos partes establecen relaciones que el psicoanálisis
denomina “anaclíticas”, es decir vínculos donde el otro es usado para sostener
una subjetividad amenazada a cada instante por la fragmentación y el derrumbe. Al
encontrarse, elusivo y ansioso, inician una coreografía relacional (Wallin),
esto es, cada protagonista actúa la rutina que le corresponde para sostener la
escena. El ansioso intensifica sus recursos de apego para atraer al elusivo,
pero es importante que éste no retorne completamente, porque esto le mostraría
al ansioso que puede ser amado y no sabría qué hacer con eso, finalmente
precipita el abandono para evadir una verdadera pérdida, es más soportable
pensar que los padres están escapando a tener la evidencia de que en realidad
nunca estuvieron. Por su parte el
elusivo, ostenta una autonomía ficticia, pues sólo se puede ir si alguien le
está esperando, por tanto su dependencia es de niveles similares a la del
ansioso.
La canción citada como epígrafe, se llama Por cobardía y la hizo famosa la cantante mexicana Lila Deneken, en
el siguiente fragmento de su letra se expresa claramente la perspectiva del
elusivo y la respuesta del ansioso:
Yo pensé
que te podía reemplazar (ELUSIVO).
Tu creíste
que me ibas a olvidar (ANSIOSO)
que te podía reemplazar (ELUSIVO).
Tu creíste
que me ibas a olvidar (ANSIOSO)
Yo jamás toqué otra piel
con tanto y tanto amor (ELUSIVO).
Y se bien
que aún extrañas mi calor (ANSIOSO)
Te quise hablar,
pero al llorar,
mi voz calló.
Por cobardía yo
me olvidé de amar.
con tanto y tanto amor (ELUSIVO).
Y se bien
que aún extrañas mi calor (ANSIOSO)
Te quise hablar,
pero al llorar,
mi voz calló.
Por cobardía yo
me olvidé de amar.
La frase “me olvidé de amar” sólo puede ser enunciada por alguien
que se relaciona blindado con un elaborado sistema de protección, que puede
interactuar, hablar y representar coreografías “románticas”, sin implicar sus
afectos profundos. Lo cierto es que el apego elusivo es muy frecuente en la
actualidad, son numerosas las historias de personas que se dan cuenta que
amaban a la persona en el momento en que la relación concluye.
La cobardía de amar es síntoma de un daño temprano en la vida, nuestras
coreografías relacionales fueron establecidas originalmente por quienes nos
cuidaron en nuestros primero años y repetimos sus rutinas hasta que encontramos
a personas suficientemente
significativas que nos enseñan nuevos pasos, nuevos ritmos y distancias.
Terapeutas, amigos, parejas, en fin, en el mundo habitan muchos coreógrafos
suficientemente generosos para acompañarnos
en el ensayo de nuevas coreografías donde el otro no represente una amenaza.