martes, 23 de abril de 2013

“Por cobardía me olvidé de amar”… Apegos inseguros, amores esquivos

 
Por cobardía me fui de ti.
Por culpa mía, por egoísmo,
ya te perdí.

Por cobardía huí de ti.
Y que ironía, aunque sonría,
no soy feliz…

Por cobardía yo
me olvidé de amar.
Por cobardía, Lolita de la Colina / Bebu Silveti

      Hay a quienes el amor no les viene bien, exiliados de la ternura parental son escépticos de los dones emanados de la subjetividad de otros. Juegan incesantemente a escapar, enamorarse es su mayor malestar, sentirse habitados de objetos buenos de amor lo viven como el contagio de un virus mortal, por lo que responden con toda su fuerza inmunológica para evitar la proliferación.
      Hijas e hijos de padres profundamente narcisistas, con presencia intermitente como sus afectos, hicieron de la desconfianza su principal protección, el amor fue una promesa permanentemente incumplida, tras años de espera inútil por una mirada cómplice de reconocimiento, se  refugiaron en un estilo de apego inseguro-elusivo. Negar los propios rasgos indeseados y proyectarlos en los demás les permite sentirse diferentes, por eso cuando se les empieza a conocer optan por la huída, para no desquebrajar la representación idealizada de sí mismos. Además al abandonar pretenden consolidar su imagen de ser “especiales” y por tanto de no “pertenecer” a nadie, lo cual es un manto narcisista que sirve como camuflaje a su dolor más enraizado, el no haberse sentido nunca parte de algo, pues finalmente uno pertenece al lugar donde el amor le cobija con fuerza.
      Imperturbables, prefieren ahogarse de ausencia a experimentar vulnerabilidad. Los elusivos gozan al ver sus teléfonos móviles saturados de mensajes y llamadas sin responder, se quejan constantemente del acoso de los demás, incluso de sus parejas. Cuando expresan cariño, sobrevaloran sus sentimientos, hacen explícito que consideran su amor como un recurso no renovable el cual deben distribuir a discreción, por tanto, cuando lo liberan consideran que los beneficiarios deberían experimentar una intensa gratitud, al ser privilegiados con un bien tan, supuestamente, cotizado.
      Los elusivos atraen a las personas con apego inseguro-ansioso, quienes acompañan cada día de su vida con la expectativa de ser abandonadas, privadas de toda retroalimentación positiva en su vida, crecieron con la certeza de estar vacías de sentido para los demás, por tanto, los demás se convierten en su sentido. El inseguro retroalimenta la representación narcisista del elusivo, le transmite en todo momento que “no puede vivir sin él”, pero lo cierto es que las dos partes establecen relaciones que el psicoanálisis denomina “anaclíticas”, es decir vínculos donde el otro es usado para sostener una subjetividad amenazada a cada instante por la fragmentación y el derrumbe. Al encontrarse, elusivo y ansioso, inician una coreografía relacional (Wallin), esto es, cada protagonista actúa la rutina que le corresponde para sostener la escena. El ansioso intensifica sus recursos de apego para atraer al elusivo, pero es importante que éste no retorne completamente, porque esto le mostraría al ansioso que puede ser amado y no sabría qué hacer con eso, finalmente precipita el abandono para evadir una verdadera pérdida, es más soportable pensar que los padres están escapando a tener la evidencia de que en realidad nunca estuvieron.  Por su parte el elusivo, ostenta una autonomía ficticia, pues sólo se puede ir si alguien le está esperando, por tanto su dependencia es de niveles similares a la del ansioso.
      La canción citada como epígrafe, se llama Por cobardía y la hizo famosa la cantante mexicana Lila Deneken, en el siguiente fragmento de su letra se expresa claramente la perspectiva del elusivo y la respuesta del ansioso:

Yo pensé
que te podía reemplazar
 (ELUSIVO).
Tu creíste
que me ibas a olvidar
(ANSIOSO)
Yo jamás toqué otra piel
con tanto y tanto amor
(ELUSIVO).
Y se bien
que aún extrañas mi calor
(ANSIOSO)

Te quise hablar,
pero al llorar,
mi voz calló.
Por cobardía yo
me olvidé de amar.
      La frase “me olvidé de amar” sólo puede ser enunciada por alguien que se relaciona blindado con un elaborado sistema de protección, que puede interactuar, hablar y representar coreografías “románticas”, sin implicar sus afectos profundos. Lo cierto es que el apego elusivo es muy frecuente en la actualidad, son numerosas las historias de personas que se dan cuenta que amaban a la persona en el momento en que la relación concluye.
      La cobardía de amar es síntoma de un daño temprano en la vida, nuestras coreografías relacionales fueron establecidas originalmente por quienes nos cuidaron en nuestros primero años y repetimos sus rutinas hasta que encontramos a personas  suficientemente significativas que nos enseñan nuevos pasos, nuevos ritmos y distancias. Terapeutas, amigos, parejas, en fin, en el mundo habitan muchos coreógrafos suficientemente generosos para  acompañarnos en el ensayo de nuevas coreografías donde el otro no represente una amenaza.

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