Sombras en
la niebla etílica,
juglares
urbanos,
música por
la vida que nos reunió,
para uno
éramos el sueño de un enano que robó el orbe de los dragones,
otro recitaba
sobre una silla poemas de Bukowski,
hubo quien
cada noche lanzaba al aire la moneda de la seducción,
por los
rincones andaban los que el néctar de Baco no les era suficiente,
los tahúres
pedían respetar los códigos del juego,
alrededor de
la guitarra oficiábamos nuestro rito de palabra y canto,
nos reíamos
del tiempo para no sentir el cambio de piel,
nos abandonaba
la adolescencia, a pesar de nuestra fidelidad a ella.
Punto de no
retorno,
conservamos
el afecto, pero se apagó nuestra vibra tribal,
como amantes
separados,
nos
preguntamos ¿cuándo estuvimos juntos por última vez?
Amigos,
hermandad electiva,
caldero de
pasiones donde hierve lo absurdo y lo sublime,
algún día
fuimos héroes,
hoy somos sobrevivientes de una generación
exhausta,
experimento
fallido del laboratorio neoliberal.
Curado de la
fiebre aspiracional,
celebro poder
cantarles,
con los
versos de Saúl Hernández,
el sigiloso
motivo de nuestra amistad:
“nunca me
caí, nunca te arrastré, seguimos aquí”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario