Angustiado por la infinitud de los números, a los seis años me preguntaste sobre la posibilidad de arribar al final de la numeración, te respondí que siendo niño me había atrapado la misma preocupación y ansiosamente empecé a contar, pero al llegar al número diez mil descubrí que la faena me llevaría toda la vida y aún así no terminaría, por tanto, concluí que los números se acaban cuando uno cesa de contar. Te quedaste tranquilo, logré mi objetivo al aplicar el principio de la navaja de Guillermo de Ockham, el cual plantea que la explicación más sencilla es la correcta, sin embargo, me apropié de tu angustia, pues mi respuesta era sólo un placebo, en breve cuestionarías mi resolución al problema. Era tu ingreso oficial a la esfera de la abstracción, donde los conceptos y las ideas se convierten en la némesis del ser, donde resuena incesantemente el sonido del silencio.
No hay
educación posible para el pensamiento abstracto, quien se conforma con la
comprensión, se convierte en un consumidor de saberes y terminará idolatrando
autores, maestros, escuelas, movimientos intelectuales y artísticos, teoremas,
procesos, fórmulas, en fin, será un buscador de capillas donde arrodillarse
para liberarse de la inquietud nacida del inacabable manantial autopoético de
su pensar. De ahí mi preocupación al escuchar tu pregunta, tus razonamientos
pueden llevarte al campo angustioso pero fértil de la creación, pero el miedo
nacido de tus propias conclusiones te pueden arrojar al consuelo del
pensamiento cerrado, radical e intolerante. Desde ese momento sentí una mayor
responsabilidad por las palabras utilizadas en nuestros diálogos, me propuse
motivarte a sospechar de las soluciones fáciles, siguiendo las enseñanzas del
buen Gastón Bachelard.
El
otro día escuché en la radio una frase con la que coincidí: “La nuestra no es
una época de cambios, estamos en un cambio de época”. Quizá como los nacidos en
Europa en la segunda mitad del siglo XIX, te tocará vivir una transformación
substancial de las formas económicas, sociales, culturales, sanitarias, tecnológicas
y de las relaciones humanas. También seré testigo de ese cambio, pero cuando se
manifiesten sus repercusiones, seguramente estaré en el umbral de mi vida.
Los
problemas de hoy son solamente el germen de los retos que tendrás que resolver
en tu faceta adulta, por lo mismo en muchas ocasiones me siento incapacitado
para enseñarte cosas “útiles”, pues solamente serán sucedáneos inaplicables en
tu realidad. Lo único previsible es la continuidad de la condición humana, más
allá de las profecías científicas sobre la longevidad, la eterna renovación
celular, la sustitución de órganos
o la mutación. Ya hay quienes hablan de nuestro derecho a la vida eterna
como entidades biológicas en la Tierra. ¿Qué harás con tu talento abstracto? ¿Construirás,
destruirás, lo inhibirás? ¿Lucharás por tu causa, por la de la especie, por la
de tus antepasados, por la de tus descendientes? ¿Serás protagonista de tu
época, nostálgico de la memoria, apocalíptico con el futuro? ¿Vivirás guerras,
hambruna o algún fatalismo universal? ¿Cómo experimentarás el amor y la familia?
El sonido del silencio… la familia como la conocemos actualmente es una
invención del siglo XX, tejida junto con el consumo capitalista y la transmisión
de la propiedad privada, muy probablemente tus referentes serán otros.
Desestimo
el cliché de: “Quiero que mi hijo sea feliz”, como dice el filósofo y
psicoanalista Slavoj Zizek, la felicidad es una categoría conformista, ¿para
qué ser feliz si se puede seguir deseando? Regularmente cuando cumplimos
objetivos con una cierta valía, “estamos dispuestos a sufrir”, como plantea el
mismo Zizek. Es mi deseo que no te encalles en la idea de felicidad, que tu
vida abarque el amplio espectro del don de la complejidad humana. Te visualizo
como un Homo Ethicus, experimentando
plenamente tu subjetividad (insight) pero teniendo siempre las puertas abiertas
a tu entorno, al otro, a los problemas de tu época (outsight). Cuídate de la Hybris, la enfermedad del poder, capaz
de desmoronar a los espíritus más sólidos, la historia del poder camina a un
lado de la crueldad, la simulación, la corrupción, la locura y la enfermedad.
El poder tendría que ser para quienes no lo quieren.
Pero
ante todo conserva tu sensibilidad al sonido del silencio, lo que comúnmente se
llama realidad esta plagada de ficciones, por eso encontrarás más verdad en sus
grietas, en el límite de lo nombrable. Sé un espeleólogo de la existencia,
saborea la nada. Enfrenta la angustia frente al vacío luchando por conservarlo,
no abarrotes tu tiempo ni tu espacio, pues son el lienzo de lo posible. El ser
es una impostura, de la naturaleza, de nuestros padres o de un dios solitario. Tu
libertad inicia en los linderos de tu ser, donde no eres, es ahí donde hay elección.
La tradición cristiana dice “La verdad os hará libres”, me parece que la
libertad precede a la verdad, por tanto, “La libertad os hará veraces”.
Tu papá
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