lunes, 22 de julio de 2013

La educación informal y los orígenes del deseo de aprender


 Artículo publicado en el número 29 de la revista Foro Multidisciplinario de la Universidad Intercontinental, dedicado al tema "Emergencia educativa". Se puede leer aquí en el blog o consultar la revista en su formato electrónico siguiendo el siguiente link: 

Foro Multidisciplinario de la Universidad Intercontinental (Número 29)
  • El artículo "La educación informal y los orígenes del deseo de aprender" lo encuentran en la página 51.
  • En este número también se publica la entrevista que le realicé al Dr. Felipe Gaytan Alcalá (página 28), titulada: "Formación mutante. Educar según los tiempos".


Juan Pablo Brand Barajas
Maestro de veinte generaciones de psicólogas y psicólogos (hasta el momento).
Aprendiz perpetuo.
Psicoanalista de niños, adolescentes y adultos.

Benjamin Carson es el actual Director del Departamento de neurocirugía pediátrica del Hospital Johns Hopkins, fue nombrado en 1984, cuando tenía 33 años. La biografía educativa de Carson es paradigmática de la necesaria integración de las tres modalidades de educación: formal, no formal e informal.
      Su infancia fue una secuencia de eventos adversos. Su madre, Sonya, creció en orfanatos, a los trece años deja la escuela para casarse con Robert Solomon Carson, con quien procrea a Curtis y Benjamin. Se divorcian cuando este último tiene ocho años, debido a que Robert tenía otra familia. A partir de este momento, Sonya se encarga de la manutención de sus hijos. Benjamin estudia la primaria entre los últimos años de la década de los cincuenta del siglo XX y los primeros de la década de los sesenta. En una época donde las personas se raza negra luchaban intensamente por la igualdad de derechos, Ben se enfrenta a diversas formas de discriminación: por su raza, por su baja condición económica y por ser hijo de padres divorciados. Tempranamente Ben se ubica así mismo como incapaz y poco inteligente, sin embargo, su madre, quien percibe en sus hijos el potencial para desempeñarse adecuadamente  en la escuela, se niega a caer en la inercia del conformismo y les diseña un programa de educación informal para estimular tanto su interés como sus capacidades. La batalla no fue sencilla, ella estaba ausente gran parte del día por sus obligaciones laborales y tenía que competir con la televisión, que  ya era una presencia permanente en los hogares. Su plan: limitó el tiempo que Ben y su hermano pasaban frente a la televisión, se negó a dejarlos salir a jugar hasta que hubiesen terminado su tarea cada día, les exigió leer dos libros cada semana y darle informes escritos sobre ellos.
     A partir de ahí todo cambio, como el mismo Carson afirmará más tarde: "Fue en ese momento que me di cuenta que no era estúpido". Un año después del cambio de rutina, Ben logró ser el mejor alumno de su clase, se graduó con honores, estudió psicología en la Universidad de Yale, medicina en la Universidad de Michigan y neurocirugía en el Hospital Johns Hopkins, donde fue el primer afroamericano residente de esa especialidad.
       Benjamin Carson ha sido un innovador en el campo de la neurocirugía pediátrica, ha sido el pionero en diferentes tipos de intervenciones de alto riesgo. Es imposible pensar que hubiera sido de él si su madre no lo hubiera impulsado, si Sonya no hubiera tenido esa excepcional intuición para descubrir que la escuela solamente representa un fragmento de la educación y la formación, no lo podemos saber, pero es casi seguro que no sería el internacionalmente reconocido Dr. Benjamin Solomon Carson. La diferencia fue la calidad de su educación informal y es el planteamiento central del presente artículo: La formación de una persona se configura en un nodo donde se entrelazan las educaciones formal, no formal e informal.   
     En el año 2001, La Comisión  de las Comunidades Europeas, publicó  el documento: “Hacer realidad un espacio europeo del aprendizaje permanente”, cuya portada cita un proverbio de Guanzi, un sabio de la China antigua: “Para un año, sembrad cereales. Para una década, plantad árboles. Para toda la vida, educad y formad a la gente”.  En esta comunicación, el organismo sustenta la complementariedad de los aprendizajes formal, no formal e informal.
 Para la Comisión Europea, el aprendizaje permanente es: “toda actividad de aprendizaje realizada a lo largo de la vida con el objetivo de mejorar los conocimientos, las competencias y las aptitudes con una perspectiva personal, cívica, social o relacionada con el empleo”. La definición es precisa tanto en su contenido como en lo que no incluye. No hace referencia a espacios, edades, certificaciones o formatos específicos. Sin embargo, al categorizar el amplio universo del aprendizaje permanente, propone la siguiente tipología, la cual permite delimitar los contextos y alcances de los diferentes escenarios educativos.

·      Aprendizaje formal: ofrecido normalmente por un centro de educación o formación, con carácter estructurado (según objetivos didácticos, duración o soporte) y concluye con una certificación. El aprendizaje formal es intencional desde la perspectiva del alumno.
·    Aprendizaje informal: se obtiene en las actividades de la vida cotidiana relacionadas con el trabajo, la familia o el ocio. No está estructurado (en objetivos didácticos, duración ni soporte) y normalmente no conduce a una certificación. El aprendizaje informal puede ser intencional pero, en la mayoría de los casos, no lo es (es fortuito o aleatorio).
·      Aprendizaje no formal: no es ofrecido por un centro de educación o formación y normalmente no conduce a una certificación. Tiene carácter estructurado (en objetivos didácticos, duración o soporte). El aprendizaje no formal es intencional desde la perspectiva del alumno.

     Desde una perspectiva psicoanalítica, el deseo de participar en la educación formal, tiene su origen en las experiencias educativas informales y no formales. Como lo plantea Hebe Tizio (2003) en su libro “Reinventar el vínculo educativo”, el sujeto de la educación tiene una doble sujeción, a su subjetividad y al saber, el entrelazado de estas dos constituirán las condiciones para que una persona, sea niño, adolescente o adulto; tenga la disposición para los aprendizajes formales.
     Un crío humano inicia su aprendizaje en la interacción con sus cuidadores, en los intercambios verbales, no verbales y afectivos. Estas coreografías relacionales, representan la primera fuente de interés y de impulso hacia la otredad, a eso diferente al “sí mismo”, lo cual es un factor necesario para cualquier tipo de aprendizaje. Entre los dos y los seis años, suelen inquietar a niñas y niños los asuntos referentes al principio y el fin de la vida, es por eso que la sexualidad y su  vinculación al origen de los bebés, así como la muerte y el devenir de quienes mueren, se convierten en los temas sobre los que empiezan a construirse las primeras teorías y explicaciones sobre la condición humana y los entornos donde se despliega. De estos procesos nace esa operación compleja donde se entremezclan intensamente lo cognitivo y lo afectivo: la curiosidad. La curiosidad es la primera expresión explícita del deseo de saber, es una expectativa de comprensión, pero también un impulso a la transformación, pues quien va satisfaciendo su curiosidad, descubre la fuerza del saber, el cual conmuta al ser y su visión del mundo. El saber también implica dolor, quebranta las idealizaciones, el saber es la vacuna para la lealtad a la novela familiar, esa historia épica que suelen construir las familias sobre su pasado, la cual tiene la finalidad de encubrir el lado obscuro de los ancestros.
     De aquí que los tutores de crianza, sean las madres, los padres o cualquier otra persona que cumpla esta función, son también los primeros tutores educativos. La forma como respondan a las preguntas de los niños, la riqueza de estímulos con la que construyan sus espacios, sus consumos culturales, la amplitud de su lenguajes, la expresividad de comunicación no verbal, sus propias experiencias educativas, serán el puente que trasladará a los niños de su cueva narcisista a las latitudes interminables de “lo otro”.
En la actualidad, se utiliza el concepto de analfabetismo funcional para hacer referencia a la incapacidad de las personas de transferir sus habilidades matemáticas, de lectura y cálculo a situaciones fuera de las concretas donde las desarrollaron. Esto es, no logran llevar su aprendizaje a la vida fuera de las aulas. Es un problema que se extiende como epidemia y mi perspectiva es que esto se debe a la excesiva concentración del aprendizaje en las aulas, quedando los entornos familiares, lúdicos, de convivencia y  no formales, al margen de la educación. La obsesiva búsqueda de la certificación, paradójicamente está mermando la calidad de los aprendizajes y la función de la educación como la vía regia para la formación integral de las personas. Estamos en una era de “anemia simbólica”, quizá como consecuencia de un tránsito de época, quizá como un impulso a vaciarnos de los valores previos para construir otros acordes a los retos de nuestra realidad. Pareciera una fase de transvaloración, donde es conveniente el dinamismo líquido, retomando la idea de Zygmunt Bauman, para contrarrestar la opresión de las sólidas instituciones del siglo XX. En este andar líquido, la sociedad coloca a la educación como la única embarcación disponible para dirigirse al horizonte. Si esa atribución se sostiene exclusivamente en las instituciones educativas, la capacidad de transmisión de las familias, de las amistades, de los grupos de referencia, de los consumos culturales, en fin, de la educación no formal e informal se irá erosionando, con el riesgo de la homologación, con el peligro de perder nuestro patrimonio simbólico, entendido desde la acepción de los antiguos romanos, como  la herencia recibida de los padres y los abuelos.
     Tizio considera que la escuela tendría que incluir al sujeto de la subjetividad en los horizontes culturales de la humanidad así como orientar a “esto no se puede, pero esto si”. Sin embargo, esto se ha obstaculizado por la “abstención generalizada del ejercicio de la autoridad en sus diferentes planos”. Retornando a las etimologías latinas, se entiende autoridad desde su raíz en la palabra auctor, de donde deriva la palabra autor y que significa “lo que hace crecer, lo que ayuda a crecer”, esto es, lo que ayuda a crecer bien. Por tanto, si nadie se siente capaz de representar una autoridad ética y epistémica, la educación se convierte en un juego de simulación, donde los organizadores de aprendizajes, al no atribuir valor a su enseñanza se conforman con representar la “coreografía del maestro” y los aprendices, en resignada alianza, portan los signos de estudiantes, sin hacer raíz en el saber.  Llevado a términos de mecánica automotriz, las escuelas se convierten así en talleres de hojalatería y pintura, de los cuales egresan magnificas carrocerías, ideales para la exhibición, pero inoperantes en los caminos de la vida.
     Las categorías son solamente recursos para pensar y problematizar, cuando se utilizan para trazar fronteras rígidas, pierden su valor para el análisis y la crítica. Es por esto, que la tipología de la educación y los aprendizajes, representa solamente un medio didáctico para facilitar la comprensión. La educación no debería tener fronteras, todo puede ser una fuente de aprendizaje, la distinción no está en lo que se puede aprender, sino en quien aprende. Decía Heidegger, “la pregunta es la devoción del pensamiento”, la pregunta es la primera evidencia de la diferencia yo-otro, sólo puede cuestionarse quien se ubica diferente a “lo otro”. La pregunta es el origen de la curiosidad, los curiosos buscan respuestas, es cierto, pero ante todo, esperan nuevas preguntas, pues su placer está en el descubrimiento, la creación y el pensamiento. Padres, maestros, tutores de educación no formal (entrenadores, orientadores, facilitadores, etcétera), amigos, compañeros de vida, interlocutores, en fin, los humanos nos beneficiaríamos enormemente al convivir orientados por una ética de la pregunta. Los grandes problemas de la Humanidad, son producto de respuestas rígidas, cerradas y contundentes. Nos constituimos como humanos desde la curiosidad, en ese impulso a querer saber sobre lo diferente a nosotros mismos, nuestra cuna educativa es el interés por lo diverso. En últimas fechas se habla de “comunidades de aprendizaje”, en realidad, todo grupo humano donde circule la curiosidad, es una comunidad de aprendizaje.
      Concluyo con Hebe Tizio, quien nos obsequia la propuesta de una misión alentadora de la educación: “hacer vivir el legado de las generaciones, el patrimonio simbólico [el saber], para que el sujeto encuentre allí su lugar”. La educación tendría que ofrecer acompañantes con autoridad, que ayuden a las personas a crecer bien, desarrollar sus talentos, promover su integración a los grupos y  convivencia en ellos, así como aportar los recursos para sostener la curiosidad y el deseo por el saber.
       Como en el caso de Benjamin Carson, la educación tendría que ser el recorrido a través del cual encontramos nuestro lugar en el mundo, desde el cual podemos también, ayudar a otros a encontrarse en el mundo.
  


2 comentarios:

  1. ¡Gracias por compartir tu artículo! Me parecio fácil de comprender sin embargo, profundo. Es verdad aquel dicho de los abuelos (o al menos del mío) "Nunca se deja de aprender" Concuerdo contigo; si bien es importante el aprendizaje dentro de la escuela, es igual de enriquecedor o incluso más, cuando uno busca más información por su cuenta. También es importante la estimulación temprana. Excelente escrito. Te mando un abrazo Juan Pablo. Saludos

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  2. Eli: Muchas Gracias. Un abrazo de vuelta.

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