Percibo
la música de Arvo Pärt, siento a mi conciencia desprenderse, volar sobre un
bosque, perderse en la neblina.
Percibo
un perfume remoto, capturado en el carnaval de esencias de los Campos Elíseos, siento
la lluvia de París mezclada con mis lágrimas, el atardecer donde lamenté el
reemplazo del estar por la memoria.
Percibo
su mano, la exploro, siento un ligero relieve de mi devenir en ella, miedo y
ternura espolvorean indistintamente el instante.
Percibo
los autorretratos de Rembrandt, siento la punción de su mirada, otredad extrema
obsequiándome el enigma tras las edades de la vida.
Percibo
el néctar de Nebbiolo, siento el beso de las entrañas de la tierra, la sangre de Dionisos arrastra los
restos putrefactos, purifica la noche.
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