martes, 23 de diciembre de 2014

Participación en Programa Radiofónico. Tema: Competencias Parentales

El martes 23 de diciembre del 2014 participé en el programa "Hablando de Mamá a Mamá" con Gina Ibarra de la estación 1470 am del Grupo Radio Fórmula de México. El tema fue: Competencias Parentales.
Para escuchar el Podcast, hay que seguir el link:


En esa página clickear el programa "Hablando de Mamá a Mamá" y aparecen los Podcast, seleccionar el que se titula "Competencias Parentales".

sábado, 13 de diciembre de 2014

The Unforgettable Fire, el festín de los cuarentones


Si das vueltas y vueltas.
Si te rompes en dos otra vez.
Si pudiera, sí.
Si pudiera, lo dejaría ir.
Rendirse, dislocarse.
Si pudiera lanzar esta cuerda de salvamento sin vida al viento.
Dejar este corazón de arcilla, verte caminar, caminar lejos
En la noche, y a través de la lluvia
En la media luz y a través de la llama.
Si pudiera, a través de mi, liberar tu espíritu
Conduciría tu corazón lejos, verte escapar
En la luz y hacia día.

U2, Bad

Recibí un mensaje el martes 9 de diciembre de mi querido amigo C, anunciando que el también querido V estará de visita en la Ciudad de México y nos convoca a reunirnos, siguiendo el ritual propio de las comunicaciones a distancia, empezó un cruce de mensajes en los que se mezclaron los acuerdos y las bromas, el humor de los contenidos me recordó porque somos amigos. Han pasado varios años desde la última vez que logramos reunirnos todos, lo cual resulta inverosímil si lo contrasto con la dinámica que solíamos tener en la adolescencia, cuando pasábamos gran parte de nuestro tiempo libre juntos. Nuestra relación no fue convencional, puesto que tuvimos un grupo de soft rock y cuando vives ese acoplamiento que solamente da la música sabes de antemano que estás unido a esas personas para siempre.
Tras múltiples intercambios de mensajes acordamos vernos en casa de P, el encuentro será la semana entrante y como el zorro de El Principito me preparo para la reunión con los viejos amigos.
Mi memoria es una especie de escenario de teatro musical, suele ir acompañada de música. En el caso de ellos la música más representativa es la del grupo irlandés U2, particularmente la de los discos: The Joshua Tree, Rattle and Hum y por supuesto The Unforgettable Fire. Se da la coincidencia de que se están cumpliendo treinta años de que salió a la venta el último, que contiene mis dos singles favoritos del grupo: Bad y Pride (In the name of love). Fue con C, con quien conocí la música de U2, sin embargo, se convirtió en la fuerza que nos unió a todos. Uno de mis recuerdos más gratos es el del concierto de la megagira de  U2, Zoo TV, en 1992, que fue la primera ocasión que vinieron a la Ciudad de México, por lo cual nos complacieron con varios de sus grandes temas. Fuimos en tropa a verlos y escucharlos al Palacio de los Deportes, en un momento durante el concierto las luces se apagaron y se escucharon las primeras notas de la canción Bad, el público enloqueció para después guardar un silencio reverencial, sin poder ni querer evitarlo mi rostro se llenó de lágrimas, me acercaba un éxtasis similar al de la Santa Teresa de Bernini cuando volteé hacia mis acompañantes sólo para descubrir que estábamos conectados, como si de un ceremonial se tratara, todos llorábamos. La salida del recinto fue un golpe terrible, como el exilio del paraíso, lo único que nos hizo reaccionar fue el grito de un policía: “Se va el último metro”, tras lo que corrimos dejando atrás nuestras lágrimas pisadas.
Vuelvo al presente para imaginar como será nuestro re-encuentro, quizá una versión casera del programa televisivo Miembros al aire, lejos ya de ser un clan al estilo la serie Vikings y más cerca de los enanos de The Hobbit añorando recuperar sus tesoros del pasado, pero incapaces de vencer a ese inclemente dragón llamado tiempo. Casi todos tenemos hijos, nos encontramos en el cruce de los treinta a los cuarenta, todos de alguna manera con algún vínculo con expresiones artísticas, algunos casados, los menos… optimistas. Sobre lo demás es prematuro hablar, en estas edades suele haber varios cambios de perspectiva frente a la vida y sus tribulaciones. La comunicación vía mensajes anuncia un buen clima, algunos nos hemos frecuentado más que otros, quienes no somos usuarios de las redes sociales estamos menos actualizados.
Antes en nuestras reuniones era obligada la aparición de la guitarra y el canto colectivo, me parece que no será el caso en esta ocasión, hay tanto por platicar que los viejos ritos serán solamente un fantasma entre nosotros que no se manifestará. Es muy probable que no nos podamos desprender de los protocolos del mundo masculino, iniciar con un saludo fuerte para después preguntar: “¿Cómo estás, ca’?, “¿Qué estás haciendo?” o “¿Cómo va la chamba?”, así es, antes que nada presentar los niveles de testosterona. Después todo se suaviza y empieza el buen tono, como la meseta del orgasmo masculino, la intensidad de estas reuniones va subiendo hasta alcanzar un clímax, tras el cual hay un relajamiento con un toque de displacer y una inercia mental. Para concluir, aparece la resistencia a dar por cerrada la noche, ya el anfitrión anunció que terminaríamos en unos “taquitos” por su casa.
El tiempo es relativo, tanto pensar en ellos, tanto recordarles, para verlos unas horas y separarnos de nuevo por años. Sospecho que por eso me adelanto, para ganar tiempo y hacerles saber lo que nuestro re-encuentro me significa. Pero no es la única opción, es probable que esto sea una forma de protección para no sentirme atrapado por los sentimientos en el momento… En realidad no lo sé. Como si me estuviera preparando para ir a un concierto, escucho la música que he compartido con ellos, desde que supe que nos íbamos a ver comencé a extrañarlos más. Al final, lo verdaderamente grande, lo más bello de la vida, es lo que hacemos En el nombre del amor.



¿Continuará? Quizá, quizá, quizá…

martes, 9 de diciembre de 2014

Lo que duele en esta Navidad


Para Ceci Gómez,
con todo cariño en su primera Navidad sin su papá.

Cuando era niño creía en Dios, dos eran mis ruegos constantes, poder volar y que nadie querido se muriera. Lo más cercano a volar lo viví hace tres años cuando me lancé desde un avión junto con un experimentado paracaidista. Por muchos años creí que mis peticiones habían sido escuchadas porque pasé los veinte años sin que nadie significativo se muriera, sin embargo, la muerte de mi abuela paterna abrió una puerta por la que no han cesado de salirse de la vida uno tras otro de mis seres queridos. Llegué a la conclusión de que no había ningún ser organizando todo lo existente, sino que somos entidades biológicas con conciencia, la cual nos lleva a construir todo tipo de creencias para compensar lo efímero de nuestro lugar en el universo. Esta certeza me atormentó por varios años, durante los cuales tuve oscilaciones entre la fe y el agnosticismo. Fue hasta el momento que murió mi muy querido abuelo materno, que tuve una cercanía estrecha con un cuerpo sin vida, lo cual me develó la inexistencia del alma, al tomar su mano tan fría supe que él ya no estaba y no estaría nunca más. Junto con la creencia en el alma, se derruyeron todas mis creencias.
Caídas las instituciones metafísicas, inició mi lucha con las instituciones sociales, resultaron ser tan endebles como las otras, quizá porque se sustentan también en creencias, en la esperanza de un porvenir pleno de luz. Nueva revelación, todo es una invención, creamos escenografías y personajes, para llamarles después realidad. Por primera vez visualicé el vacío a un paso de mí, nada tenía sentido, todo era una ilusión. Apareció entonces el dolor con todo su poder, así lo supe, el dolor es la única evidencia de nuestro ser en el mundo, todo lo demás son intentos por paliarlo. Fue así que escribí una tesis sobre el tema, mi planteamiento era muy específico: el surgimiento de la conciencia, es la primera afirmación de: “esto me duele”.
De ahí en adelante cada pérdida, cada malestar, lo acompaño con el pensamiento: “esto me duele” y así sé que estoy vivo y reconozco lo que me resulta realmente importante. Es una lógica escandalosa en la era de la Happy Face, pero parafraseando al buen Galileo: “sin embargo, me mueve”. Sé del gran amor que le tengo a mi hijo, porque me duele profundamente, cada vez que le escucho reír me estremece el saber que esa maravillosa risa se perderá en el instante siguiente, conforme lo veo crecer extraño sus edades previas, en cada ocasión que lo llevo a la escuela por la mañana tenemos un juego ritual que sé en algún momento se desvanecerá. Para muchos esto puede constituir una visión pesimista, para mi es la mayor ancla a la vida, vivo cada momento como único, como irrepetible, como último. La felicidad puede ser una especie de anestesia existencial, una pérdida del sentido trágico que tiene toda vida, estar vivos sabiendo (o negando) permanentemente que moriremos.
Sin creer ya en lo que le dio origen, la Navidad no cesa de dolerme, sus rituales festivos generan un realce de lo que he perdido, personas a las que abrace y con las cuales sonreí incontables ocasiones, la fantasía infantil a la espera de regalos y de un mundo mejor, el sueño de un amor inagotable o la creencia en una mágica transformación.
En este momento las notas de O Holy Night cantada por Celine Dion hacen vibrar mis tímpanos junto con todos mis circuitos emocionales, la maravillosa voz y la música convocan a la nostalgia, un llanto seco desborda mi memoria, soy de nuevo el niño ansioso por el dilatado avance de los minutos en camino a la noche buena, impaciente en una misa eterna, rodeado por el delicioso frío anunciando una bóveda celeste despejada con los pocos destellos que nos permitían ver el reflejo y la contaminación de nuestra ciudad, ropas de fiesta por doquier y una atmósfera de paz que no se extendería más allá de la madrugada. Luego un largo recorrido hasta el lindero sur de la metrópoli, en dirección a ese oasis separado del mundo que era de la casa de mis tíos, donde convergía una legión de familiares. Abrazos, sonrisas, juegos, comida y una tradición heredada de nuestros ancestros sinaloenses, Santa Claus como invitado VIP; en realidad un tío disfrazado siempre con unos lentes al estilo Jackie Kennedy para ocultar el área libre dejada por las barbas. Al fin, el momento esperado, el ritual de los regalos, rostros infantiles fascinados, rostros infantiles decepcionados, rostros infantiles envidiosos, Santa Claus no siempre era democrático. Todo acababa con nuevos abrazos y la promesa de volver al recalentado.
Pero como dijo el buen Bob Dylan, los tiempos están cambiando, no sólo se diluyeron la inocencia y la ilusión, sino también la esperanza. Sin lugar a dudas el único villancico posible en México este año será: Noche sin paz, noche de horror, todo muere en derredor, entre los narcos pidiendo su buz, viene anunciando la fosa común, brillan las balas del sur, brillan los gestos de horror… Y esto me duele.
En este escenario mi confianza se asienta en las personas, en cada voluntad que opta por la no-violencia y en re-dirigir sus impulsos de sobrevivencia por una vía más inteligente, la del bien común y la buena convivencia. Los sentimentalismos me generan sospecha, son pasiones inútiles, sólo en el entrecruzamiento entre la emoción y la razón encontraremos lo propiamente humano. Me sumo así a las palabras del gran poeta inglés, Henry Howard:

La buena vida es para mi…
sabiduría y simplicidad,
saber dormir sin ansiedad.


     Ese es mi deseo para todos en estas fiestas, una buena vida, sabia, simple y con ansiedades moderadas. Pero como diría el canto mariachi, dependerá de Si nos dejan…

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Participación en Programa Radiofónico. Tema: Alexitimia.

El lunes 1 de diciembre del 2014 participé en el programa "Hablando de Mamá a Mamá" con Gina Ibarra de la estación 1470 am del Grupo Radio Fórmula de México. El tema fue: ¿Qué es alexitimia?
Para escuchar el Podcast, hay que seguir el link:


En esa página clickear el programa "Hablando de Mamá a Mamá" y aparecen los Podcast, seleccionar el que se titula "¿Qué es alexitimia?".

martes, 18 de noviembre de 2014

Procrastinar, la postergación de la vida


Sobre la palabra procrastinar nos dice Gabriel Zaid: Las tres palabras derivan del latín  procrastinare, procrastinator  y procrastinatio con los mismos significados. Están formadas a partir del prefijo pro  ‘hacia’ y el adverbio cras ‘mañana’; no ‘la mañana’, sino ‘el mañana’, y en particular ‘el día siguiente a hoy’.  
Ignacio Lirio afirma: La procrastinación es un complejo trastorno del comportamiento que a todo el mundo nos afecta en mayor o menor medida. Consiste en postergar de forma sistemática aquellas tareas que debemos hacer, que son cruciales para nuestro desarrollo y que son reemplazadas por otras más irrelevantes pero más placenteras de llevar a cabo. 
Los procrastinadores son las personas del mañana, las que ante planes o actividades que implican la resolución de un asunto importante optan casi siempre por aplazar o postergar. Pensado como síntoma lo más interesante es analizarlo en sus diversas manifestaciones en diferentes tipologías. Las categorías que propongo a continuación me fueron inspiradas por un esquema que consulté en la página procrastinación.org.
El procrastinador narcisista, es quien frente a las tareas a realizar sus primeros pensamientos son: “Tengo una mente brillante, soy el mejor”, seguido por arrebatos de entusiasmo en los cuales anuncia “Tengo numerosas ideas, puedo con esto y más”. El tiempo pasa y este procrastinador continúa afirmando que ha reunido una gran cantidad de ideas geniales y que le resulta difícil decidirse por una porque todas son maravillosas. En lo fáctico no presenta nada concreto. Los días siguen su curso, en un momento inesperado da a conocer que ya se decidió por una idea pero que la está trabajando, estructurando. Al final sólo resuelve cuando alguien lo dirige y le impone órdenes, actúa asertivamente sólo bajo presión. Son personas que subestiman el tiempo y sobrestiman sus capacidades. Recomendaciones para este tipo de procrastinador, que nunca trabaje solo y sin supervisión, de otra manera puede ser víctima de su grandiosidad. Recomendaciones para quienes rodean a este tipo de procrastinador, no se adelanten, reconózcanle productos, no ideas.
El procrastinador depresivo, su primera reacción frente al reto de las tareas: “No estoy motivado, no tengo ánimos para hacer nada, quizá mañana me sienta mejor”. Llega mañana: “Sigo sin ánimo, si lo hago ahora lo haré mal, esperaré a mañana”. Llega mañana, en cuanto despierta siente como un gran peso los pendientes por resolver, considera reportarse enfermo o si está con familiares fingir un profundo malestar. Si logra salir de la cama, ve sus tareas como una montaña infranqueable, no les encuentra ningún sentido y piensa que su vida será miserable hasta el día que deje de tener responsabilidades. Comienza a generar fantasías de rescate, en las cuales alguien o algo le libra de las tareas a resolver. Al final sólo la amenaza de una pérdida importante, como el trabajo, le impulsa por un breve lapso a resolver las tareas. Las recomendaciones para este tipo de procrastinador es que recurra en primera instancia a una psicoterapia, si esto no resulta suficiente, quizá tendrá que apoyarse en algún antidepresivo. Recomendaciones para quienes rodean a este tipo de procrastinador, no insistan, todo lo que le digan, éste lo utilizará para alimentar su depresión, no hay de otra, requiere ayuda profesional.
El procrastinador ansioso, su sensación ante las tareas a realizar es la de ser inseguro, indeciso e incapaz. Nunca sabe por donde empezar, es rumiador de ideas pero poco ejecutivo. No logra decidirse, conforme pasa el tiempo su ansiedad se intensifica y experimenta cierta paranoia, imagina escenarios terribles en los cuales será despedido, fracasará en la escuela o detonará un desastre familiar. Dedica largas horas a pensar que debe iniciar con las tareas, pero no da el paso hacia la actividad. Simultáneamente, por su propia inseguridad, sigue aceptando responsabilidades, lo cual incrementa sus niveles de tensión. Suele sentirse explotado y se compara de manera permanente con los demás, su conclusión es siempre la misma: ellos tienen menos carga que yo. Atrapado en su ansiedad, suele tomar malas decisiones o cometer errores que en ocasiones no solamente le impiden concluir la tarea sino tira por la borda trabajo ya realizado, por ejemplo, borrar información, perder algún papel con anotaciones, olvidar algo ya resuelto y volverlo a hacer. Recomendaciones para este tipo de procrastinador, que delimite sus actividades, ser honesto con sus capacidades, recursos y tiempos. Si la procrastinación se focaliza en una sola área de su vida, quizá sea tiempo de tomar decisiones al respecto, puesto que es una señal clara de un foco de ansiedad, un cambio podría resolverlo. Si la procrastinación es generalizada, la opción es buscar alguna actividad que disminuya la ansiedad o pedir el apoyo de otros. La psicoterapia puede ser una buena alternativa, hay a quienes les funcionan métodos como la atención plena, en caso de que la ansiedad implique un riesgo a la salud física, es probable que sea momento de solicitar ayuda médica, particularmente para el uso de ansiolíticos. Hay que aclararlo, estos medicamentos disminuyen la ansiedad pero no resuelven problemas, así que de cualquier manera habrá que contemplar las opciones arriba mencionadas. Recomendaciones para quienes rodean a este tipo de procrastinador, si es su jefe o jefa, reconsidere las funciones que puede cumplir la persona, las tareas tendrán que ser muy concretas y con una supervisión constante. Lo cierto es que estas personas pueden beneficiarse mucho del apoyo grupal, por tanto, si es su compañero de trabajo, de escuela o de vida; ayúdele a cambiar la perspectiva por otra menos ansiógena, pero no baje la guardia, porque la ansiedad es contagiosa, por lo que si comienza a sentirse a su vez ansioso, mejor recomiende cualquiera de los apoyos propuestos, de otra manera el resultado serán dos procrastinadores ansiosos.
En cualquiera de sus tipologías, la procrastinación es en la actualidad un mal endémico, hay una gran dificultad para ubicarse en el presente, las personas van arrastrando su pasado o son apabulladas por sus aspiraciones. En un mundo dinamizado por servicios y productos, el procrastinador suele quedarse al margen, al tiempo que afecta el desempeño de quienes le rodean. En el  terreno de las relaciones personales y familiares, los procrastinadores suelen alargar las decisiones o la resolución de los conflictos de manera indefinida, por tanto, requerirán que alguien más defina la salida a los problemas o decida sobre aspectos tanto cotidianos como extraordinarios. Si desean divorciarse de un procrastinador, es recomendable que busquen un buen abogado.
Lo cierto es que los procrastinadores derrochan obscenamente su ser y tiempo, lanzan sus días al desagüe bajo la premisa de que el futuro llegará con grandes glorias o serenidad. Al final el futuro les alcanza con las manos vacías.





lunes, 10 de noviembre de 2014

Puentes sobre aguas turbulentas, los dadores de resiliencia


Cuando estés abrumado 
y te sientas pequeño.
Cuando haya lágrimas en tus ojos,
yo las secaré todas.
Estoy a tu lado. 

Cuando las circunstancias sean adversas
y simplemente no encuentres amigos,
como un puente sobre aguas turbulentas
yo me desplegaré

Cuando te sientas deprimido y extraño,
cuando te encuentres perdido,
cuando la noche caiga sin piedad,
yo te consolaré,
yo estaré a tu lado.

Cuando llegue la oscuridad
y te envuelvan las penas,
como un puente sobre aguas turbulentas
yo me desplegaré

Simon & Garfunkel, Bridge over troubled water (fragmento)


Entre los tres y los seis años tuve tres accidentes que requirieron visitas al hospital, en mi recuerdo la primera imagen tras cada uno de ellos es el rostro preocupado de mi madre y la movilización en busca de atención médica. Por mucho tiempo pensé que esas vivencias tempranas de dolor me habían marcado con la huella de vulnerabilidad que suelen dejar los  traumas  infantiles, hoy lo percibo con otra mirada,  largos años culpé a mi madre por no protegerme del dolor, hoy sé que gracias a ella fui un niño resiliente, mis accidentes fueron en gran medida consecuencia de mi intensidad infantil, el dolor era inevitable, la diferencia fue tener a una persona que aún frente a mi llanto y  mis gritos de sufrimiento, no se quebró, me sostuvo y buscó mi sanación.
Hace catorce años, cuando estudiaba la maestría en psicoterapia psicoanalítica encontré en internet las primeras noticias sobre la resiliencia, compartí el concepto con maestros y compañeros, quienes me miraban con ese rictus que los psicoanalistas reservan a los psicoterapeutas humanistas, entre escepticismo y prejuicio de su ingenuidad.  La primera pregunta de un maestro fue: “¿es un concepto psicoanalítico?”, le respondí que era un replanteamiento de la teoría del trauma de Freud, que también retomaba la obra de la hija, de Anna Freud, quien afirmó que el trauma golpea dos veces. Hasta ahí llegó la conversación. Tiempo después salió a la venta en castellano el libro Los patitos feos de Boris Cyrulnik, neurólogo, psiquiatra y psicoanalista; quien inició la investigación de la resiliencia en Francia. El mismo título repelió a gran parte de mi entorno psicoanalítico, parecía un libro más de autoayuda. Como asiduo lector de cuentos, el título me resonó mucho, además desde que conocí la biografía de Hans Christian Andersen, me he sentido más atraído hacia su obra. Compré el libro, descubrí un texto maravilloso, mientras escribo lo hojeo y reviso mis numerosos subrayados y notas, el texto cambió mi visión de la psicoterapia y me impulso al campo de la clínica con niños y adolescentes, las palabras de Cyrulnik se constituyeron para mí en lo que el psicoanalista Christopher Bollas denomina “objeto transformacional”, inscribí su invitación en mi agenda existencial: Esta nueva actitud ante las pruebas de la existencia nos invita a considerar el traumatismo como un desafío. ¿Existe alguna alternativa que no sea la de aceptarlo? En esa época, en cada foro que hablaba de la resiliencia, el tema era recibido con extrañeza, hoy es uno de los conceptos imprescindibles en los campos de la salud mental, la educación y las políticas públicas para menores.
El precursor del concepto fue John Bowlby, el padre de los estudios del apego, que ya en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial hablaba de esta palabra procedente de la física de los materiales, específicamente de su resistencia a los impactos. Bowlby consideraba que el apego está en la génesis de la resiliencia, se refería a ella como: “el resorte moral, cualidad de una persona que no se desanima, que no se deja abatir”. Posteriormente, los grandes pioneros como Vanistendael, Manciaux y el propio Cyrulnik, fueron acumulando experiencias y datos para sustentar el siguiente hecho: las vivencias traumáticas no tienen como destino único la compulsión a la repetición, como afirmaba Freud, o el estrés pos-traumático, como afirma la psiquiatría; si la vivencia es acompañada y sostenida por adultos o pares suficientemente empáticos, el trauma se transforma en motor de un desarrollo positivo. Esto es, el trauma en lugar de causar debilitamiento fortalece al menor y en adelante tendrá una mayor capacidad para enfrentar las adversidades. Como afirma Michael Manciaux:  Resilir es rescindir el contrato con la adversidad.  Es resistir y rehacerse.     
Cada cierto tiempo dedico un instante a rememorar a todos mis dadores de resiliencia, aquellas personas que durante mi infancia, niñez y adolescencia; me acompañaron cuando todo parecía derrumbarse o el dolor era muy intenso. Como lo mencioné, mi madre es la base de mis capacidades resilientes, tras ella se encuentran mi padre y mis hermanos, el primero por constituir siempre una base segura, si bien en la adolescencia intenté de todo para lograr su exasperación, no lo logré, él continuó allí con su apoyo casi incondicional y confiando en que yo lograría trazarme un proyecto de vida. Quizá al ser el más pequeño y probablemente el más contestario, mi hermana y mi hermano han procurado resguardarme, en tiempos difíciles ellos han sido confidentes, cómplices y colaboradores.
No pretendo hacer una lista exhaustiva, tanto en mi familia extensa como entre mis amistades hay varias personas a quienes les debo la mayor de las gratitudes, tanto por acompañarme en diversos momentos de mi vida, como por constituirse en esa continuidad de mi plataforma resiliente. No hace mucho fui operado en dos ocasiones de unas hernias lumbares, situación que me mantuvo en una condición muy vulnerable, a niveles físico, anímico y económico. Recibí no solamente grandes expresiones de afecto, sino un soporte que me permitió una buena recuperación y disminuir los efectos de tener que estar dos meses en reposo semi-total.
Compartir el testimonio tiene varias finalidades. En primer lugar, subrayar que la resiliencia es sólo posible en compañía de otros, lo que significa que el Self-made man es un mito del capitalismo que tiene la función de exacerbar el narcisismo y pretender delimitar a la raza de los exitosos y emprendedores solitarios, que como digo, es un mito. Por otro lado, recordar que el sentimiento de vulnerabilidad no es exclusivo de la infancia, resurge en toda situación de adversidad, los resilientes no superan el temor a la fragilidad frente a los embates del exterior, la diferencia con los no resilientes, es que hacen uso de todos sus recursos frente a la adversidad, a la vez que reconocen el momento en que hay que recurrir a otros. Finalmente, que no es necesario creer en fuerzas metafísicas para sobrellevar la vida, la única y verdadera salvación está en los vínculos, y no me limito a la especie humana, puesto que muchas personas encuentran amparo en el contacto con otras especies animales.
Todos somos habitados por una niña o un niño herido, las narrativas de infancias idílicas libres de dolor son las ficciones más desbordadas, finalmente las vivencias traumáticas son los cimientos de nuestro carácter. Cuando nos caen las adversidades, las heridas amenazan con abrirse de nuevo, son los momentos en que tenemos que convocar a todos quienes nos han obsequiado resiliencia, quienes nos han amado, nos han protegido o han compartido nuestros temores. A esos seres amados quienes nos han dado el intenso deseo, en ocasiones inexplicable, de vivir.


sábado, 1 de noviembre de 2014

Bloody-land.mx, cada día es día de muertos

¿Adónde iremos desde aquí?
desterrados en nuestro propio suelo,
muertos antes de volar,
nuestra sangre lava las manos del tirano,
sacrificados por el crimen de pensar.

La diosa democracia cubierta de carne humana,
nos pisotea para que seamos libres,
alimentados con estupidez,
perpetuamos la orgía del poder
mientras lamemos el anzuelo de la felicidad.

Dar vida a un ser humano es crear a la humanidad,
asesinarlo es el exterminio de todos,
el retumbar de los corazones temblorosos,
anuncia el dolor por el fracaso de la especie,
el don de la razón trocado en arma suicida.

Habitantes de una atroz distopía,
presas de un sistema depredador,
ungidos en la liturgia de la crueldad,
sólo habrá sosiego en la no violencia,
la paz no es el fin de la guerra,
es el inicio de la libertad.

jueves, 2 de octubre de 2014

El ciclo de los amantes

Se enamoraron bajo el soplo del atardecer,
solos con sus miradas,
pieles trémulas atrayéndose sin refugio,
nadie les vio amarse,
ella cantó suspiros,
él ahogó su placer con caricias.

Su horizonte se tornó dual,
ningún futuro se vislumbraba posible
si no era tomados de la mano,
nadie les escuchó jurarse fidelidad,
ella ensoñó una vida juntos,
él se entregó al instante.

Los días, las tardes y las noches les unían,
no había sentir ni pensar sin compartir,
todo parecía cumplido,
nadie más les tocó,
ella sintió angustia por el fin de su juventud,
él percibió el tufo del hastío.

Los silencios secuestraron el tiempo,
se estrecharon los espacios,
sus cuerpos dejaron de vibrar,
la sombra de los otros cayó sobre su amor,
ella volteó hacia los amantes del pasado,
él entregó sus ojos al azar de los encuentros.

Un irremediable otoño deshojó sus corazones,
se marchitó el romance,
la inercia les empujó al rescate,
nadie les vio llorar,
ella guardó sus recuerdos en una caja,
él se desprendió de todo vestigio.

Comenzaron de nuevo el ciclo,
no podrán cerrar el conteo de amantes
sino hasta que los bese la muerte,
nadie sino ellos sabrá cuantos fueron,
ella les rememorará a todos,
él tan sólo a las que amó.



jueves, 18 de septiembre de 2014

La escritura expresiva en niños con Trastorno por Déficit de Atención

En la Universidad Intercontinental de la Ciudad de México coordino una línea de investigación cuyo objetivo es sustentar y diseñar dispositivos de intervención clínica, educativa y social para mejorar la calidad de vida de niños y adolescentes. Del contexto de esta línea de investigación emanó el presente artículo que escribí en co-autoría con las estudiantes de la Licenciatura en Psicología Daniela Gándara Arroyo y Beatriz Eugenia Parra Montero. Es una propuesta para fomentar la mentalización y la autoestima positiva en niños diagnosticados con Trastorno por Déficit de Atención con y sin Hiperactividad a través de la escritura expresiva.
El artículo se publicó en la revista electrónica foroUIC y se puede consultar en la siguiente dirección:

http://foro.uic.edu.mx/?p=1100




martes, 9 de septiembre de 2014

El último Kundera, el ombligo y la insignificancia


Todo comienza con una disertación sobre el mensaje erótico que  transmite el ombligo de las mujeres,  signo de igualdad en contraste con la diversidad que representan las nalgas, los muslos y los senos. Alain, el protagonista intrigado, anuncia: “Hoy en día se ha puesto de moda pasear así con el ombligo al aire. Dura como mínimo hace diez años… ¡Pero no olvides que la moda del ombligo inauguró el nuevo milenio! Como si, en esa fecha simbólica, alguien hubiera levantado una cortina que durante siglos, nos hubiera impedido ver lo esencial: ¡que la individualidad es una ilusión!”. Es casi un manifiesto, donde el personaje nos muestra, a través de una práctica estética, el verdadero fin de la modernidad, no la llegada de la posmodernidad, sino el arribo de una nueva era aún innombrada. Quizá por eso, el mismo autor ponga en voz de La Franck, una viuda reciente, una declaración que parece contradictoria con la de Alain: “¡El ser humano no es sino soledad!... Una soledad rodeada de soledades!”. Se expresa así un síntoma de nuestra actualidad, deseamos la individualidad, pero nos duele la soledad, deseamos la comunidad, pero vivimos al otro como una impostura. Es probable que Kundera sea la voz de una Europa a la deriva, depositaria de la caída del comunismo y del fracaso del capitalismo: “¿Una utopía asesinada tras la cual ya no habrá otras? ¿Una época de la que ya no quedará huella? ¿Libros y cuadros arrojados al vacío? ¿Una Europa que ya no será Europa? ¿Bromas de las que ya nadie reirá?”. Con la última cuestión, el autor entrelaza como serpiente que se muerde la cola, el inicio su obra novelística con su novela recién publicada, La fiesta de la insignificancia, la cual es muy probable que cierre su obra, pues tiene 85 años y entre su novela inmediata previa y ésta, pasaron 14 años. Su primera novela, La broma, la publicó en 1967, no tan joven, a los 38 años. En su trama, el universitario de nombre Ludvik Jahn hace una broma sobre el optimismo, escribe en el reverso de una postal: El optimismo es el opio del pueblo, el espíritu sano hiede a idiotez” y la envía. Este hecho desata una persecución en medio de la Checoslovaquia comunista. Cercanos a los cincuenta años de dicha publicación, muchos pensamos que esa frase debería estar grabada con letras de oro en el centro de todas las capitales del mundo.
¿Cómo se transita de la broma a la insignificancia? En la novela se habla del “crepúsculo de la broma”, de la “posbroma”. Es una perspectiva muy lúcida, vivimos en tiempos de lo políticamente correcto, donde por más esfuerzo que hagamos por liberar a una broma de su carga supuestamente discriminatoria, siempre hay alguien que levanta la mano para expresar su indignación. Este sistema respetuoso-paranoico, pretende la eliminación de las diferencias, que todos seamos ombligos, porque fuera de la pareja proto-parental, Adán y Eva,   todos tenemos ombligo. En realidad, esto da cuenta de cómo nuestra piel psíquica se ha ido adelgazando hasta llevarnos una completa vulnerabilidad, en la que cualquier interpelación es experimentada como una amenaza. De manera paradójica las redes sociales de internet se saturan de videos con imágenes de pretendidas bromas que vistas con mirada crítica son actos plenos de violencia y antisocialidad, pero eso si causa risa y nadie reclama: adolescentes aventándose, destrozo de bienes públicos y privados, caídas, golpes, denigración del otro, entre otros. Esto me lleva a sentir nostalgia por los tiempos freudianos donde el chiste verbal era una manera de re-orientar los impulsos y expresar las manifestaciones de nuestros inconscientes a través de la palabra y no con actos.
Al leer la novela tuve la impresión de que Kundera le dice, al fin, adiós a Joseph Stalin, desentraña su imagen tiránica heredada de la Guerra Fría para encontrar su lado humorístico, su capacidad de hacer bromas. No es una defensa del dictador, sino la evidencia de los efectos del tiempo, Stalin no es bromista por sus actos, sino porque sus actos y él mismo han sido olvidados, o ni siquiera han sido registrados por las nuevas generaciones. Madeleine, una joven de 20 años de la supuesta Europa cultivada, ya no sabe quien fue Stalin. Así se cumple el terrible augurio de otro personaje, llamado Charles: “Los muertos pasan a ser muertos viejos, de los que ya nadie se acuerda y que desaparecen en la nada; tan sólo unos cuantos, muy, muy pocos, imprimen su nombre en la memoria de la gente, pero, ya sin testigos fehacientes, sin un solo recuerdo real, pasan a ser marionetas”. De esta manera, Kundera dicta su propia sentencia, si nadie lo recuerda, desaparecerá; si lo recuerdan, será una marioneta. Esta destemplanza sólo podía provenir de una pluma valiente, de un autor que ha visto caer todas las utopías del siglo XX.
En 1963, Jean-Paul Sartre visitó Praga, invitado por la Unión de Escritores de Checoslovaquia, en esa ocasión, el filósofo, dramaturgo y escritor; predijo que la gran novela del la segunda mitad del siglo XX se produciría por la búsqueda de la verdad sobre el experimento del comunismo. Él mismo, después de leer La Broma, afirmó: “La pregunta que plantea Kundera es sumamente radical: ¿por qué debiéramos sentir amor por ellos [los seres humanos]? Sí, ¿por qué? Tal vez podremos responder a esta pregunta un día, tal vez nunca”.
No es noticia, ya terminó el siglo XX, la predicción de Jean-Paul Sarte se cumplió, al menos en Europa, pues en Latinoamérica los escritores estaban ocupados con el Realismo Mágico y la reinvención simbólica de sus orígenes. En el siglo XXI ¿Qué nos queda? ¿Sobre qué vamos a escribir? Milan Kundera nos responde: Sobre la insignificancia. Es su testamento, no es un imperativo ni un dogma, sólo una propuesta. Hablemos de la levedad del ser, aunque sea insoportable. En esto coincide con autores como Italo Calvino, quien antes de morir, en 1985, incluyó la levedad entre sus  Seis propuestas para un nuevo milenio, o el catalán Enrique Vila Matas con su conferencia La levedad, Ida y vuelta. Kundera lleva la levedad al grado máximo, la insignificancia, lo cual reconoce como una faena difícil: “Se necesita con frecuencia mucho valor para reconocerla en condiciones tan dramáticas y para llamarla por su nombre. Pero no se trata tan sólo de reconocerla, hay que amar la insignificancia, hay que aprender a amarla”.

Esa es la contradicción: Estamos solos, como todos los demás. Somos insignificantes, como todos los demás. Sólo que unos seremos insignificantes en cuanto muramos y otros lo serán cincuenta o cien años después. Habrá que pensar en una No-logo-terapia, esto es, la terapia del sin sentido. Para los amantes del “Yo” esto es una herejía, por mi parte, no creo tener en este momento una postura al respecto, me parece que la propuesta de Kundera tiene un gran potencial liberador, sin embargo, su siglo fue el XX y su propuesta quizá sea solamente el primer paso hacia el siglo XXI, el cual nos reserva nuevos horizontes sobre los cuales reflexionar. Pero de antemano, se agradece esta síntesis que nos hereda Milan Kundera.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Carta a mi hijo. Sobre la transvaloración de la violencia.


Querido Hijo:
Habían pasado ocho meses de embarazo cuando el ultrasonido tridimensional hizo el prodigio, tu rostro apareció en pantalla, dormías, pero aún así un rasgo saltó a la vista, tu peculiar nariz en la cual se sincretizaban dos genealogías, fue un golpe de lo real, fui atrapado por un arrebato de entusiasmo seguido de una profunda congoja, en ese instante supe que nunca más encontraría sosiego, fue tanto amor el que sentí por ti que deseé poderte llevar a otro mundo, a un lugar donde no tuvieras que sufrir, lo imposible de mi propósito me lanzó a la más radical vulnerabilidad, por más esfuerzos que hiciera para liberarme de mis temores, nunca podría abandonar la preocupación por tu devenir.
Han pasado poco más de ocho años, tan sólo para confirmar el augurio de aquel día, no he podido librarte del sufrimiento, yo mismo he sido causa de algunos de tus dolores. Ahora que has crecido, superadas mis implacables fantasías de padre novato, esa fragilidad fetal ha transitado hacia la fragilidad social. Sin ir más lejos, pienso en las mañanas en que vamos camino a tu escuela en medio de los conductores kamikaze de la Ciudad de México dispuestos a morir o a matar, o ambas, con tal de conquistar unos metros de asfalto, anarquistas  que impulsados por su imagen engrandecida desconocen todas las reglas de tránsito y convivencia, fatuos incapaces de mirar el bosque. Cuando observo a conductores comportándose como escarabajos en huída, sorteando obstáculos como si en ello se les fuera la vida, para segundos después encontrármelos de nuevo frente a un semáforo, no puedo dejar de sonreír y pensar que muchos de ellos son los que en una conversación privada exaltarían el orden de los países del norte o europeos y degradarían la imagen de México con adjetivos referentes a lo caótico: “Necios que acusáis a sus conciudadanos, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis” .  Frente a estos padres y madres enardecidos no necesito más evidencias para entender la expansión del acoso entre pares y la intensificación de la violencia en las escuelas.  ¿Pero son los únicos responsables? No mi querido hijo, como sucede con la alimentación, esto es una cadena.
      Habitamos en la era de los contrasentidos, nunca antes se han publicado tantas páginas promoviendo el desarrollo y el bienestar humano, al tiempo que se publican millones de páginas exaltando todas las variaciones del arte de la guerra: política, comercial, tecnológica, empresarial, etcétera. Las instituciones promueven simultáneamente la ética y el impulso al éxito desmesurado. Los financiadores de las obras filantrópicas, ecológicas y de desarrollo, son los mismos que generan la pobreza, la contaminación y el decrecimiento. Los poderes espirituales y económicos caminan cínicamente de la mano, los líderes religiosos dan discursos en los estadios, mismos donde se presentan las music stars y se enfrentan los jugadores deportivos. Se combate el aborto pero se toleran las guerras. Vivimos la época con mayor número de personas que han cursado algún tipo de educación formal,  a la vez que se tienen las tasas más altas de desempleo. En fin, nunca antes se había buscado tanto la felicidad y nunca antes se habían tenido tantos recursos para dañarnos y destruirnos.
No logro visualizar ningún horizonte para la concordia, salvo la invitación que ya nos hacía Nietzsche hace más de un siglo, la transvaloración de todos nuestros valores. Como él mismo anunció la muerte de Dios, muchos lo acusan de ser el origen de nuestros actuales malestares, sin embargo, el sólo fue el profeta que se atrevió a enunciar lo que todos callaban, las personas de su época ya vivían ajenos a Dios y a toda certeza, sin darse cuenta. No hagas caso a quienes repiten en automático la frase: “ya no hay valores”, mientras nuestra especie conserve la conciencia tendrá valores, lo que sucede es que el valor es relativo y arbitrario, en el mejor (o peor) de los casos es un consenso, por eso la corrupción puede ser un valor, pues si un conjunto de personas le encuentran beneficios harán de ella una práctica cotidiana y de la misma manera para cualquier acto que puedas imaginar. La violencia misma es un valor, muchos obtienen gratificaciones de ella, particularmente porque la violencia genera miedo y ante el miedo las personas buscamos seguridad y  evasión, y la vía regia para la seguridad y la evasión en la actualidad es el consumo. Compras un dispositivo tecnológico a un alto precio, inmediatamente sientes la necesidad de protegerlo de posibles daños y ataques, por tanto compras protectores para caídas, contratas servicios de respaldo y blindaje de tu información, así como seguros que cubren el posible robo de tu dispositivo. Lo mismo sucede con una amplia cantidad de productos y bienes, junto con ellos se requiere adquirir los recursos o servicios para protegerlos o sustituirlos. Además el miedo hace más sugestionables a las personas, convence a alguien de su vulnerabilidad y podrás venderle cualquier cosa que le ofrezca resguardo, desde un llavero hasta una certeza política.
Te preguntarás ¿qué sentido tiene la vida frente a este escenario?, ¿dónde queda lo humano en medio de esta coexistencia de lo caótico y lo complejo que Félix Guattari denominó caosmósis? ¿qué hacer ante la normalización de la violencia? El primer paso, simple y gandhiano, es no generar más violencia, detener la cadena. Luego sigue el salto más complicado, promover la no-violencia en los otros, quizá esto exceda tus posibilidades, no se trata de poner la otra mejilla porque eso genera más violencia. De vuelta a nuestro punto de partida, esto es, la experiencia de conducir un automóvil en una gran ciudad, mi opción es: “Al violento déjalo pasar”, no te dejes contagiar de su agresividad, si te agrede, retén un poco el enojo y verás que unos minutos después respirarás tranquilo. El violento va como depredador tras su presa, requiere del otro para completar su impulso, lo odia y lo necesita al mismo tiempo, pues si se queda solo con sus frustraciones se consume a sí mismo. La violencia jamás será erradicada de los grupos humanos, la única posibilidad es su regulación, en última instancia la autorregulación. La no-violencia personal es el acto más radical de resistencia, indudablemente también es peligrosa, pues el no-violento en su in-acción le retorna al violento, como un espejo, su propio reflejo, y en su poca tolerancia a esta confrontación y su disminuida capacidad auto-crítica, el violento prefiere destruir el espejo antes que transvalorar sus impulsos.
      Grandes son mis temores por tu devenir, tan grandes como mis deseos por transvalorar la violencia actual para que puedas tener una vida que no se limite a una permanente defensa. Los riesgos siempre estarán, no son opcionales, pero la no-violencia sí es una elección. Recuerda en todo momento que los enemigos no son los otros, sino las proyecciones que pones en ellos, pero también debes cuidarte y evitar ser la pantalla de proyección de los otros.

Con amor


Tu papá

jueves, 28 de agosto de 2014

Un bicho se alojó en mi conciencia (Cuento corto)

Un bicho se alojó en mi conciencia,
engordó a costa de mis ideas,
meses atrás engulló las primeras líneas de un poema,
sentí sus patas arrastrando a sus fauces cada letra,
desesperado golpeé mi cabeza para tumbarlo,
recé letanías para empacharlo con material tóxico,
bebí tequila esperando se mareara y desistiera,
inclemente, el artrópodo resistió mis ataques,
aniquiló mis versos.

Una noche le agradecí que degustara mis pesadillas,
dejé atrás la gratitud cuando por la indigestión vomitó sobre un sueño erótico,
matiz que convirtió la jornada en un festín sadeano,
entre las tinieblas escatológicas surgió el deseo de aspirar insecticida,
eliminar al insecto,
pero recordé la temporada en que me sentí cucaracha,
temí suicidarme en el intento.  

Durante una sesión de psicoanálisis,
acostado en el diván estaba por develar un recuerdo encubierto,
sin importarle mis años de represión,
el bicho devoró la evocación,
tras lo cual invernó un tiempo en mi inconsciente,
fueron días en que si me cruzaba con una alimaña, 
tenía impulsos edípicos,
perseguía moscos con la intención de asesinarlos para casarme con la mosca,
me enamoré de una que otra garrapata.

Vaciada mi conciencia, el parásito comenzó a sufrir hambres,
para ese momento mis habilidades mentales eran casi nulas,
aún así mis balbuceos eran celebrados en las redes sociales,
cuando quise compartir el drama que vivía,
recibí agresiones de grupos defensores de animales cognófagos,
de asociaciones ecologistas que protegían los derechos del bicho,
con el argumento de que mi conciencia era su hábitat.

Compadecido de la situación desesperada de mi inquilino,
tomé antidepresivos,
si la despensa de mis pensamientos se había agotado
al menos podía obsequiarle unos baños de fluoxetina,
percibí algunos cambios en su comportamiento,
una vez sentí que con una patita dibujó en una de mis neuronas un “like”.

Han pasado varias semanas sin que sienta su presencia,
los conceptos retornan poco a poco a mi conciencia,
pero es como si mi memoria se hubiera reseteado,
apenas identifico a las personas que afirman conocerme,
mi única remembranza es el insecto,
me siento responsable de su muerte,
debí haber tenido más ideas, más reminiscencias, más fantasías, más sueños;
lo pude alimentar por varios años, ¡maldita acedia!
A manera de Requiem, escucho el Vuelo del abejorro de Rimsky Korsakov,
una araña en la pared, un escarabajo traído por el viento, un ciempiés extraviado;
les quiero hablar, son familia,
pero suena mi móvil y su llamado diluye el encanto.

martes, 26 de agosto de 2014

The great pretender, la supuesta indolencia narcisista


¡Oh si! Soy el gran impostor,
fingiendo que me va bien,
mi necesidad es tanta que finjo demasiado,
estoy solo pero nadie lo diría.

¡Oh si! Soy el gran impostor,
a la deriva en mi propio mundo,
sigo el juego pero para mi gran desgracia
me has dejado que sueñe solo.

Demasiado real es esta sensación de fantasía,
demasiado real cuando siento
que mi corazón no puede ocultar.

¡Oh si! Soy el gran impostor,
sólo riendo y alegre como un payaso,
parezco ser lo que no soy- lo ves-,
utilizo mi corazón como corona,
fingiendo que todavía estás por aquí.

Buck Ram, The Great Pretender

     Freddy Mercury murió en 1991, cuatro años antes grabó el tema compuesto por el representante y productor del mítico grupo The Platters, Buck Ram, logrando, desde mi perspectiva, la mejor interpretación de este tema, aunado al video en el cual Mercury dejó ver su mundo íntimo, burlándose de sí mismo y del entorno de imágenes que le rodeaba.
    Compuesta en 1955, la canción no ha perdido vigencia, su letra ofrece un retrato de lo que el psicoanálisis denominaría posteriormente personalidades narcisistas, las cuales padecen ante todo de una patología de amor, tanto a sí mismas como a los otros.
     El amor propio patológico de los narcisistas se expresa por un exceso de referencias a sí mismos como seres grandiosos: ambiciones desmesuradas con respecto a lo que en realidad pueden lograr, valores infantiles y pretenciosos intelectualmente. Dependen de la admiración, pero cuando la reciben no responden con gratitud. Se muestran superficiales, en particular en lo que respecta a las emociones de los demás, en contraste con el alto interés que muestran por sus propios estados afectivos. Su grandiosidad  alterna con inseguridad y sentimientos de inferioridad, ante todo, temen ser “comunes y corrientes”.
      En cuanto al vínculo con los otros suelen experimentar envidia, el bienestar de los otros les provoca una intensa sensación de incompletud y deseo de arrebatarles aquello que les aporta seguridad. Es por esto que devalúan todo logro de los demás y se desinteresan completamente por lo que puedan producir o proponer. En sus relaciones predomina la intención de explotar a los otros, se muestran abiertamente codiciosos al grado de robar o apropiarse bienes o ideas que no les pertenecen, se atribuyen privilegios no consensuados. Si alguien les gratifica le idealizan hasta el absurdo, pero a la misma velocidad a la que idealizan, devalúan e intentan destruir si se sienten frustrados, criticados, confrontados o no atendidos como ellos creen que se merecen. La mejor manera de ilustrar esto es con la típica escena a la entrada de un bar con mucha demanda, donde el cadenero deja entrar a la gente como cuenta gotas, el narcisista que no es tomado en cuenta por ese guardián de la cadena suele gritar encolerizado: “No sabes quien soy”. El problema es que en la gran mayoría de los casos ni siquiera ellos mismos saben quienes son.
     Mientras las personas neuróticas suelen operar movidas por la culpa, los narcisistas son impulsados por la vergüenza, esto explica como muchos delincuentes al momento de ser detenidos lo que les importa no es que los demás sepan que cometieron algún daño sino “salir bien en la foto”. La mayor afrenta a un narcisista es que se le avergüence, si esto sucede, son capaces de utilizar todos los recursos a su disposición para vengarse. En tiempos de redes sociales esto cobra unas dimensiones épicas, las batallas digitales de los narcisistas pueden extenderse por años.
     Una característica muy propia del narcisista es la constante sensación de aburrimiento, esto se explica porque todo aquello que no implique colocarlo en el centro de atención le resulta tedioso. No logran aprender de los demás, tan sólo imitan algunos rasgos de sus figuras idealizadas, esto es, como sienten que su talento es nato y no requiere desarrollo, basta con tomar la imagen de lo que admiran y reproducirla en sí mismos. Ya lo decía Jacques Lacan: “No me imiten, hagan como yo”. A lo que se refería es que a su alrededor revoloteaban una gran cantidad de lacan-clones, que pretendían que al vertirse como él, hablar como él, repetir sus conceptos o fumar como él, ya tenían la genialidad del psicoanalista. Él les invitaba a que si querían parecérsele, mejor leyeran todo lo que el había leído, que tuvieran disposición al aprendizaje y pensaran por sí mismos, que dejaran su actitud de rémoras intelectuales. 
     No soportan la experiencia de la depresión, pues no la sienten como dolor sino como vacío. Esta vivencia el psicoanálisis la denomina pérdida del objeto anaclítico, esto es, el otro no es un equivalente con el cual se comparte un trayecto de vida, sino funciona como una prótesis del ser que al quitarse, el sujeto siente que cae. Hace varios años un grupo musical de adolescentes denominado RBD cantaba una canción que se titulaba Sálvame, para mí es la oda de los vínculos anaclíticos:

Sálvame del olvido.....sálvame de la soledad.
Sálvame del hastío.....estoy hecha a tu voluntad.
Sálvame del olvido......sálvame de la oscuridad.
Sálvame del hastío......no me dejes caer jamás.

     Como bien lo transmite la canción The great pretender, frente a esta sensación el narcisista recurre a todo su arsenal defensivo que puede resumirse como estrategias para sostener la apariencia: Mi necesidad es tanta que finjo demasiado. El secreto es, ante la adversidad comportarse mamón, mostrándole al mundo que no hay malestar capaz de tumbarle, que sobrelleva las pérdidas con una indolencia ejemplar. En psiquiatría se denomina a esto alexitimia, la incapacidad de reconocer las propias emociones, lo cual está en el origen de los males psicosomáticos y buena parte de las adicciones.
     Citando otra referencia de la industria pop, podemos decir con Sasha Sokol que el narcisista es un Amante sin amor, fue un bebé que aún utilizando todos los recursos que la naturaleza nos obsequia para generar las conductas de apego, no logró que su madre le reconociera  con sus peculiaridades, ésta lo convirtió en una proyección de sus propios vacíos, exigiéndole como condición de amor que fuera lo que ella necesitaba como complemento narcisista. El narcisista obligado a ser un reflejo desde la cuna, crece como una imagen carente de símbolos y de esta manera queda condenado a las apariencias.