No
hay que apagar la luz del otro para lograr que brille la nuestra
Mahatma Gandhi
Mahatma Gandhi
Caminar por el
salón de los espejos del Palacio de Versalles es un rito iniciático del
esnobismo, es un tránsito entre dos dimensiones, la del campo tridimensional
donde uno es observador y el bidimensional donde uno se constituye en escena de
lo observado, como si de una fotografía se tratara es posible mirarse con un
fondo de bellos jardines y un extenso lago artificial, tal como se vieron Luis
XIV, Luis XVI, Napoleón, María Antonieta o Josefina. La imaginación permite
representarse las grandes fiestas donde seguramente la nobleza y los poderosos
de la Francia de los siglos XVIII y XIX se observaron en esos espejos y se
enorgullecieron de ser ellos al formar parte de esa instantánea del glamour. Ahora son las revistas de
sociales las que cumplen esa función de espejo, a las personas les gusta mirar
su imagen en esos inventarios del poder y la moda, esa imagen que parece tener
una vida independiente, viajando por los medios y las redes sociales, evidencia
de que “se es alguien”, y la prueba de que “se es” es que hay otros que están
viendo la imagen. Si algo hay particularmente ilusorio son las imágenes, sean
físicas o mentales, sin embargo, son tan accesibles y fáciles de entender que
las consideramos la evidencia más reveladora.
En la actualidad
tenemos los recursos y los medios para el self-branding,
esto es, promover nuestra imagen, ideas y producciones como una marca en sí
misma. La palabra Brand me es
sumamente familiar, puesto que la llevo por apellido, lo cual me motivó hace
muchos años a ir tras su origen. Significa tizón, esto es, ese instrumento de
metal que se pone al fuego para posteriormente colocarlo sobre la piel de los
animales para marcarlos como propiedad. Partiendo de esto el self-branding es la aspiración a ser el
tizón que marque a quien se nos acerque, ya sea por la vía material o digital.
La función que cumplían las religiones, las ideologías, las empresas, los
productos, ahora las cumple el YO. Esto da un contexto para la proliferación
del Selfie, estos autorretratos
fotográficos que pueden conservarse para el museo personal o que se publican en
redes sociales para medir su efecto de branding.
El autorretrato no es nuevo, grandes artistas lo han elegido como tema: Durero,
Da Vinci, Rembrandt, Goya, Van Gogh, Picasso, Schiele, Kahlo, Bacon, entre
otr@s. Sin embargo, ahora no vienen a mi memoria imágenes de estos artistas
enviando besos, en ropa interior o con gestos cómicos. También en los
autorretratos de estos artistas podemos ver claras diferencias entre quienes
pertenecen a la era de la fotografía y los que no, los primeros suelen
representarse con modificaciones, alteraciones o elementos agregados, mientras
que Durero, Da Vinci, Rembrandt o Goya se retratan con sumo cuidado, de otra
manera la imagen de sus rostros se hubiera perdido.
Lo interesante con
los Selfies es que las personas se
sorprenden con su propia imagen, se dicen a sí mismas: ¡que guapa!, ¡que
guapo!, ¡que sexy!, ¡que original! ¡woaw¡, ¡jajajaja! Es más un encuentro que
un descubrimiento, es el doble que nos trae noticias de nosotros mismos, es un
ciclo que va de uno a lo otro y de vuelta a uno. De ahí que las personas elijan
para su publicación un Selfie entre
mil que han hecho, regularmente el encuentro con nuestra imagen no es tan
amable. En los Selfies acompañados predominan
algunos estereotipos: sonrientes, sexys, “originales” (con pretensiones
artístico-conceptuales) y cómic@s. Esto varía de acuerdo a con quien se
comparta el Selfie y los objetivos
del mismo.
Ante esto, cabe la
pregunta ¿para qué hacer Selfies? La
respuesta la dio Sigmund Freud hace cien años (1914) en su ensayo Introducción del narcisismo. Con la
reminiscencia del mito griego de Narciso, quien precisamente quedó prendado de
un Selfie obsequiado por un lago,
Freud da un salto teórico-clínico de gran escala. Desde mi perspectiva este
texto tiene una importancia similar a La
interpretación de los sueños, es más, al paso del tiempo, el abordaje
freudiano de los sueños ha sido ampliamente cuestionado, mientras que el
concepto de narcisismo es actualmente imprescindible en la investigación de la
condición humana, tanto en su análisis general como en sus manifestaciones
psicopatológicas. El psicoanalista parte de la descripción que hizo Näcke en
1899 de una perversión sexual a la cual denominó Narcisismo y que se define como aquella
conducta por la cual el individuo da a su cuerpo propio un trato parecido al
que daría al cuerpo de un objeto sexual. No haré una disertación sobre la
sustentación freudiana, se puede consultar directamente en el texto, aunque es
posible que sea de difícil lectura para quienes no estén familiarizados con los
conceptos freudianos, puesto que su contenido está muy condensado y por tanto
el autor obvió en el lector el conocimiento previo de su obra. Retomaré
solamente algunos puntos para dar cuenta de la actualidad de dicho ensayo.
En Introducción del narcisismo, Freud
cimentó la base de una revolución clínica, organizó los argumentos de un
dinamismo psíquico que explica por qué los seres humanos podemos representarnos
y tratarnos a nosotros mismos como si fuéramos un objeto. Con el fin de
ofrecernos una fenomenología de sus dichos, toma los ejemplos de la enfermedad
orgánica, la hipocondría y la vida amorosa.
Con respecto al
primer punto nos dice: Es sabido –y nos
parece un hecho trivial- que la persona afligida por un dolor orgánico y por sensaciones penosas resigna su
interés por todas las cosas del mundo exterior que no se relacionen con su
sufrimiento. Basta recordar cualquier enfermedad o malestar físico que
hayamos sufrido para coincidir con Freud. Es frecuente que la persona enferma
modifique sustancialmente su actitud para con los otros y las cosas. Se suelen
intensificar las conductas de autocuidado, los sentimientos de indefensión y
los pensamientos alrededor de un trato injusto o de señalamientos sobre las
posibles causas de contagio o causa del malestar, que se suelen focalizar en
alguna persona en particular. Se pierde el interés por los gustos cotidianos
como comer, beber, el sexo, convivir, en fin, cada persona es afectada en su
constelación de placeres.
En el caso del hipocondríaco,
Freud nos dice que retira interés y
libido de los objetos del mundo exterior y los concentra sobre el órgano que le
atarea. Esto es, el hipocondríaco hace del supuesto órgano afectado el
centro de sus preocupaciones, lo que le permite justificar su desprendimiento
de los demás, intentando además atraer las miradas de los otros sobre su
malestar. Freud lo explica como una estasis (estancamiento de sangre o de otro
líquido en un órgano del cuerpo) derivada de una hiperconcentración libidinal,
esto es, una de las manifestaciones de la energía que dinamiza el psiquismo
humano. Al analizar este padecimiento, Freud nos obsequia un enunciado sublime,
un poema psicoanalítico: Un fuerte
egoísmo preserva de enfermar, pero al final uno tiene que empezar a amar para
no caer enfermo, y por fuerza enfermará si a consecuencia de una frustración no
puede amar.
En cuanto al modo narcisista
de amor, Freud nos ofrece un mapa muy preciso que nos coloca frente al
cuestionamiento de nuestra forma de amar y de quienes afirman que nos aman.
Para él, en el tipo narcisista se ama:
-
A lo que uno
mismo es (a sí mismo).
-
A lo que uno
mismo fue.
-
A lo que uno
querría ser.
-
A la persona que
fue una parte del sí-mismo propio.
Esto es un golpe
sustancial a la exacerbación amorosa, eso que entendemos como “lo romántico” es
en muchas ocasiones narcisismo puro, el “romántico” no puede simplemente amar, sino
que tiene que emprender grandes hazañas, aplicar intensamente su creatividad y
supuestamente renunciar a sí mismo con tal de lograr un impacto en el ser
amado. En el fondo, el “romántico” quiere ser excepcional, único y totalmente
original; no está tan interesado en la otra persona sino ser testigo del
reflejo de la fuerza de su “amor”. Esto es muy tangible en la ansiedad actual
por hacer de la entrega del anillo de compromiso un hecho espectacular, “del que
se hable”. La oportunidad de las fotografías y su publicación en redes sociales
intensifica la necesidad de hacer algo excepcional. La comprometida, si es que
acepta el anillo, porque el show y la inversión no aseguran el “sí”, estará más
preocupada por dar a conocer los detalles a sus amigas que por un momento de
amor con el comprometido, quien a su vez leerá en el rostro de su prometida y
después en las respuestas en redes sociales, su “efecto romántico”. El amante
narciso en adelante encontrará un desfile de espejos que le dirán: “que lindo”,
“ojalá mi novio haga algo igual de especial”, “se ve que la amas mucho”,
etcétera. Esto en ocasiones tiene como consecuencia que los preparativos de las
bodas duren más que los matrimonios o la fidelidad, puesto que The show must go on, lo cual es difícil
de lograr en la rutina de un hogar. Otra opción es que entren en escena l@s
hij@s, quienes en su fragilidad, vulnerabilidad y total dependencia, son
instrumentos fáciles del narcisismo de sus padres. Como dice Freud: El punto más espinoso del sistema
narcisista, esa inmortalidad del yo que la fuerza de la realidad asedia
duramente, ha ganado su seguridad refugiándose en el niño. El conmovedor amor
parental, tan infantil en el fondo, no es otra cosa que el narcisismo redivivo
de los padres, que en su trasmudación
al amor de objeto revela inequívoca su prístina naturaleza. Esto es,
los hijos se convierten en prótesis narcisistas en las cuales los amantes del
tipo narciso pueden implantar e impulsar todas esos aspectos que ellos mismos
desean ser, desearon ser o esperaron que sus propios padres o seres queridos
quienes les cuidaron, fueran.
El
que el Maestro vienés describiera magistralmente el “amor propio”, no lo libró
de los impulsos narcisistas a perpetuar su imagen. Si bien en su época resultaba
casi imposible hacer un Selfie, fue
retratado numerosas veces y cuidaba cada detalle de su vestimenta, arreglo, postura y
expresión. De ahí que sea tan recurrente la representación de Freud con un puro,
en al menos tres de sus famosos retratos aparece con uno prendido en la mano,
correspondiendo a varias edades a partir de su cincuentena.
Desde
la perspectiva freudiana, el narcisismo es inevitable, es un tránsito necesario
en el desarrollo infantil y un factor imprescindible para la estabilidad
psíquica. Esto llevaría a la conclusión de que es una condición humana
universal, sin embargo, algunas tradiciones orientales lo plantean de manera
diferente, el yo es un creador de ilusiones al cual hay que apaciguar y
erradicar para poder conectar con la totalidad, de ahí que desde algunas
expresiones del budismo quede eliminado el yo y sus derivaciones, hasta en la
enunciación. Por ejemplo, no afirman “Me duele”, sino solamente “Duele”, o
“Escucha” en lugar de “Escúchame”. No conozco la opinión de los budistas sobre
los Selfies, pero lo poco que conozco
de budismo me lleva a pensar que quizá los consideren una distracción inútil y
peligrosa para la el logro de las cuatro nobles verdades.
Como
dijo el Señor, o sea Yo, les dejo este nuevo mandamiento: Ámenme las unas y los
otros como Yo me he amado. Interrumpo la redacción, tomaré un Selfie para recordarme cuando escribí
sobre los Selfies…
Ahí Self-ven.
No hay comentarios:
Publicar un comentario