Dicen
los que saben que cada amor coloniza una de nuestras neuronas, un rostro, un
aroma, una voz o un roce encienden una luz permanente en el árbol cerebral.
Si al
nacer tuve la fortuna de ser llevado en los brazos de una bella enfermera, sus
facciones se grabaron en una de mis neuronas en merecida gratitud por todas las
decisiones que se tejieron para que estuviera a mi lado en ese preciso momento.
Mis
seres más queridos, con su ternura, empatía, cuidados o divertimentos ocuparon
circuitos neuronales completos, como avenidas principales que conectan con redes
secundarias.
Al
paso del tiempo mi cerebro fue asemejándose a los azarosos destellos de
foquitos en un árbol navideño, ver
un álbum fotográfico era levantar el telón a una danza intracraneal.
El
asunto es que si tengo aproximadamente cien mil millones de neuronas, ni la
población mundial completa podría satisfacer mi capacidad de amar, pero regularé
la voracidad, también hay que sentir el mundo, moverse, comer, respirar, pensar
y claro, tener mucho o poco amor propio, que es una especie de reserva federal
de neuronas, útil para las inversiones y las crisis.
Me
divierto imaginando mi corteza cerebral como el mapa de una ciudad con el
respectivo nombre de sus calles, donde el camino tal se cruza con la ruta X,
con anchos y extensiones diversos, con callejones, cerradas o calles en
construcción, en fin, un sistema vivo, cambiante y autopoiético.
Cuando
me hablan de una persona que supuestamente conocí pero no recuerdo, pienso que
no fue tan representativa como para apropiarse de una mis neuronas, por otro
lado huyo de las redes sociales en internet como un método anticonceptivo para
mis neuronas, con tanta información falsa temo que una de mis preciadas células
quede preñada con el recuerdo de una ficción, de ser así prefiero habitarla con un buen personaje literario o cinematográfico. Sería maravilloso poder emitir
órdenes de desalojo para nuestras neuronas, liberarlas de aquellos amores o
cariños estorbosos y colocarle el letrero de “Se Renta”.
Bajo
estos argumentos propongo que en la próxima celebración de las fiestas de San
Valentín, se eliminen todos los corazones para darle lugar a globos, cajas de
chocolates o cartitas con forma de neurona. Esto borraría todo intento de exclusividad,
corazón sólo hay uno, las neuronas son millones. Si su intención es expresar un
afecto mayor tienen la posibilidad de obsequiar un circuito neuronal y para los
más arrebatados queda la opción de regalar algo envuelto en un cerebro
completo.
Escribió
el poeta Gustavo Adolfo Bécquer: ¿Qué es
poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía… eres tú. Lo parafraseo, ¿Qué es amor? ¿Y tú me lo preguntas? Amor… es
la neurona donde estás.
Excelente escrito J.P concuerdo contigo; es triste ver como el amor/afecto se han convertido en algo meramente material y como la gente solo se limita a expresar lo que siente en ese dia. Ni hablar; es mejor confiar en la neurona que en la hormona. Te mando un saludo y un abrazo. P.D: Alguna vez lei que era mejor demostrar amor/afecto con el hipotalamo que con el corazon. Algo asi decia; en fin, es un chiste nerd.
ResponderEliminarEli, el hipotálamo es una estructura muy comprometida con la continuidad de la especie, así que para estos fines resulta más efectiva. Por otro lado, ahora que has tocado las paredes de uno de los templos lacanianos, podemos recordar la multi-citada frase del psicoanalista francés: "Amar es dar lo que no se tiene a quien no es", por eso el 14 de febrero es tan exitoso, porque ningún regalo es suficiente y ninguna persona es la totalmente adecuada. Un abrazo
EliminarBien me lo dijiste, una vez que te paras frente a esa placa, tu vida cambia. Ahora que hiciste mención a dicha frase, también me hace pensar en el significado de la "falta" y cómo el 14 de Febrero es un día que no tiene llene ni para la gente ni para los negocios.
ResponderEliminarPor otro lado, espero estés bien, a ver si nos vemos en estos días por la escuela o por fuera ya que me gustaría entregarte un pequeño souvenir y además aún tengo tu manual de resiliecia. Un abrazo