Grande es mi secreto,
tejer los silencios de nuestra historia,
esa que no te cuentas,
pero escriben mis ojos en tu reflejo.
Tenerte sin que seas mía,
trazar con mis lágrimas siluetas a las sombras,
borrarlas al anochecer,
intentar eludirte,
pues en cuanto escapas del recuerdo te atrapa un
sueño.
Eres todas, no eres ninguna,
el tuyo es un retrato inconcluso,
luz vacilante del eterno femenino,
amante prófuga de mis anhelos.
Juan Pablo Brand, Grande es mi secreto
Delimitación conceptual
Novia que no tuve: Dícese
de la dama con quien tuve intención pero no hubo ocasión.
Me
encontró la canción Dreams de The Cranberries, la voz de Dolores
O’Riordan apareció como el fantasma de las navidades pasadas de Scrooge,
llevándome de la mano hasta una
ventana tras la cual me observé en una casa de Coyoacán jugando en un sillón 4 en línea con una hermosa adolescente
un año menor que yo, quien me pregunta después de haberme ganado: ¿No te diste cuenta? Lo cierto es que
no, aproveché todos sus momentos de concentración para mirarla, además de que ganarle
era muy mala estrategia de seducción. Aún así, se sumó a la lista de las novias
que no tuve, pues fuera del juego había cuatro en línea tras de ella.
Si la
fantasía cotizara en bolsa, mi fotografía estaría en la revista Forbes. De ahí que me narrara historias
de amor con mujeres que me gustaban, a muchas las he olvidado pero otras
permanecen en mi recuerdo, como Rosa, aquella belleza a la cual fui a
contemplar por más de un año a la salida de su colegio. En una ocasión tuve el
arrebato de escribirle una carta e intentar entregársela, ella me miró con
desdén mientras sus manos permanecieron inmóviles. Ahí mismo rompí la carta y aventé
los trozos, busqué apoyo en mi manada de machos, les conté mi desventura.
Ellos, empáticos con mi dolor, días después le gritaron al unísono por su
nombre, difícilmente una mujer puede resistir el llamado de tantas voces
masculinas, ni siquiera Rosa. Al voltear ella, mis amigos chiflaron con todo el
poder de sus pulmones y doblaron sus brazos en una mentada de madre sinfónico-coreográfica
(insulto del folclore mexicano que por su valor y eficacia debería ser nombrado
patrimonio intangible de la humanidad).
Les agradecí su afán por vengar el desaire pero ese día anoté a Rosa en
mi lista de las novias que no tuve.
De ese
tiempo a la fecha la lista se ha engrosado, si cada novia que no tuve fuera una
piedra, podría construir mi propio muro de los lamentos. He tenido serios
errores de apreciación, se dice que el enamoramiento es una variante de la
locura, habría que agregar que también de la estupidez. Si en la balanza del amor se colocaran
de un lado los actos de enajenación y del otro los de torpeza, los primeros
quedarían notablemente en lo alto. Hay quienes levantan el rostro y sin ninguna
reserva afirman: “No me arrepiento de nada”, les compadezco, una vida sin
tropiezos inconfesables en el amor no merece ser llamada vida. Decía Lacan:
“Amar es dar lo que no se tiene a quien no es”, no sin cierto rubor le doy la
razón al psicoanalista francés, ¿cuántas cosas he hecho o regalado que rebasan
mis recursos, por personas que no
existían? Esto es, al hacer el balance de mis inversiones basadas en
idealizaciones, salgo en números rojos. La especulación es mala consejera en
los terrenos del corazón.
Recuerdo
a otra novia que no tuve, quien tras horas y horas invertidas al teléfono, una
tarde me dijo: “No sé si sea mala noticia para ti pero ya tengo novio”. En
cuestiones de tiempo no hay reembolso, comencé a calcular las horas-libro que
había perdido y me dije que no volvería a sucederme algo así, pero aunque el
espíritu esté presto, la carne es débil. Al poco tiempo ya estaba tras los
pasos de otra dama.
Hay
una cuyo recuerdo es como una taza de café al atardecer, la compañía perfecta.
Con ella estuve a punto de falsear el dicho de que donde hubo fuego, cenizas
quedan. Tras el intento de pretenderla, logramos una complicidad libre de
coartada, alcanzamos esa magia que sólo pueden lograr una mujer y un hombre que
optan por complementarse sin enamorarse. Es tan maravilloso que es imposible
sostenerlo a través del tiempo, probablemente ese sea el encanto, en cuanto
inicia comienza su final.
He
compuesto seis canciones en mi vida, ninguna de ellas memorable. Una fue
inspirada por una novia que no tuve, la primera estrofa sonaba así:
Sobre la arena deslizando una ilusión,
tu vista atrapa a las aves al flotar
y te estremeces al pensar,
que algún día alas tendrás
Tenía diecisiete años y cuando
interpretaba mi canción al piano generaba el efecto cucaracha, todos alrededor se
esparcían o se ocultaban en el rincón más cercano. Recurrí al placebo de quien
no logra popularidad con sus creaciones: “Canté para mí”. Solamente mi querido primo
Gerardo encontró algún valor a mis canciones y en algún momento me grabó con un
artefacto casero, años después las digitalizó, gracias a lo cual todavía
conservo dos de ellas. Entre las que se encuentra la de Sobre la arena, dedicada a esa otra novia que no tuve.
Recordar a las novias que no tuve es como entrar en una librería de viejo, donde encuentras tomos que en su momento tuvieron un lugar importante en la vida, pero al paso de los años se unieron a una colección empolvada y perdida en las capas geológicas de la memoria. Te acercas, miras algunos con indiferencia, te detienes frente a otros con nostalgia, abres los que particularmente remiten a un bello recuerdo, pero al final te vas sin llevarte ninguno. Parafraseando al maestro Cervantes Saavedra, varias de ellas se ubican en algún lugar de una mancha y de sus nombres no quiero acordarme, muchas han sido diluidas por el olvido y otras, muy pocas, habitan en mi Monte Helicón, musas que de tiempo en tiempo retornan para obsequiarme un motivo para escribir, sobre eso que no fue, pero aún así, viví con ellas.
Recordar a las novias que no tuve es como entrar en una librería de viejo, donde encuentras tomos que en su momento tuvieron un lugar importante en la vida, pero al paso de los años se unieron a una colección empolvada y perdida en las capas geológicas de la memoria. Te acercas, miras algunos con indiferencia, te detienes frente a otros con nostalgia, abres los que particularmente remiten a un bello recuerdo, pero al final te vas sin llevarte ninguno. Parafraseando al maestro Cervantes Saavedra, varias de ellas se ubican en algún lugar de una mancha y de sus nombres no quiero acordarme, muchas han sido diluidas por el olvido y otras, muy pocas, habitan en mi Monte Helicón, musas que de tiempo en tiempo retornan para obsequiarme un motivo para escribir, sobre eso que no fue, pero aún así, viví con ellas.
No pude evitar recurrir a mi grandiosidad e imaginar si soy la novia que alguien to tuvo. La pregunta de si estoy en esa lista para alguien me recordó la publicación que hizo en los días del comercio de febrero 14, eso de que me piensen resultó agradable. Lo cierto es que tengo mi propia lista y estoy agradecida porque ha sido un fontanal de inspiraciones, comparto un fragmento de un escrito que nació de estas experiencias: "si este dolor de tu ausencia pudiera abandonarme, igual lo lamentaría, porque finalmente, es lo único que tengo, lo único que me queda, la única miseria que de ti conservo, al pensar porqué no fui yo y si fue ella". GRACIAS MAESTRO por traer a mi consciente esos pasajes de mi historia que no se anulan y no se contradicen con mi estilo de vida. saludos!
ResponderEliminarEn respuesta a tu escrito te comparto esto que escribió Antonio Machado: "En el corazón tenía la espina de una pasión; logré arrancármela un día: ya no siento el corazón... Aguda espina dorada quién te pudiera sentir en el corazón clavada". Saludos
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