miércoles, 19 de marzo de 2014

Las novias que no tuve

Grande es mi secreto,
tejer los silencios de nuestra historia,
esa que no te cuentas,
pero escriben mis ojos en tu reflejo.

Tenerte sin que seas mía,
trazar con mis lágrimas siluetas a las sombras,
borrarlas al anochecer,
intentar eludirte,
pues en cuanto escapas del recuerdo te atrapa un sueño.  

Eres todas, no eres ninguna,
el tuyo es un retrato inconcluso,
luz vacilante del eterno femenino,
amante prófuga de mis anhelos. 

Juan Pablo Brand, Grande es mi secreto


Delimitación conceptual
Novia que no tuve: Dícese de la dama con quien tuve intención pero no hubo ocasión.

Me encontró la canción Dreams de The Cranberries, la voz de Dolores O’Riordan apareció como el fantasma de las navidades pasadas de Scrooge, llevándome de la mano hasta  una ventana tras la cual me observé en una casa de Coyoacán jugando en un sillón 4 en línea con una hermosa adolescente un año menor que yo, quien me pregunta después de haberme ganado: ¿No te diste cuenta? Lo cierto es que no, aproveché todos sus momentos de concentración para mirarla, además de que ganarle era muy mala estrategia de seducción. Aún así, se sumó a la lista de las novias que no tuve, pues fuera del juego había cuatro en línea tras de ella.
Si la fantasía cotizara en bolsa, mi fotografía estaría en la revista Forbes. De ahí que me narrara historias de amor con mujeres que me gustaban, a muchas las he olvidado pero otras permanecen en mi recuerdo, como Rosa, aquella belleza a la cual fui a contemplar por más de un año a la salida de su colegio. En una ocasión tuve el arrebato de escribirle una carta e intentar entregársela, ella me miró con desdén mientras sus manos permanecieron inmóviles. Ahí mismo rompí la carta y aventé los trozos, busqué apoyo en mi manada de machos, les conté mi desventura. Ellos, empáticos con mi dolor, días después le gritaron al unísono por su nombre, difícilmente una mujer puede resistir el llamado de tantas voces masculinas, ni siquiera Rosa. Al voltear ella, mis amigos chiflaron con todo el poder de sus pulmones y doblaron sus brazos en una mentada de madre sinfónico-coreográfica (insulto del folclore mexicano que por su valor y eficacia debería ser nombrado patrimonio intangible de la humanidad).  Les agradecí su afán por vengar el desaire pero ese día anoté a Rosa en mi lista de las novias que no tuve.
De ese tiempo a la fecha la lista se ha engrosado, si cada novia que no tuve fuera una piedra, podría construir mi propio muro de los lamentos. He tenido serios errores de apreciación, se dice que el enamoramiento es una variante de la locura, habría que agregar que también de la estupidez.  Si en la balanza del amor se colocaran de un lado los actos de enajenación y del otro los de torpeza, los primeros quedarían notablemente en lo alto. Hay quienes levantan el rostro y sin ninguna reserva afirman: “No me arrepiento de nada”, les compadezco, una vida sin tropiezos inconfesables en el amor no merece ser llamada vida. Decía Lacan: “Amar es dar lo que no se tiene a quien no es”, no sin cierto rubor le doy la razón al psicoanalista francés, ¿cuántas cosas he hecho o regalado que rebasan mis recursos, por personas  que no existían? Esto es, al hacer el balance de mis inversiones basadas en idealizaciones, salgo en números rojos. La especulación es mala consejera en los terrenos del corazón.
Recuerdo a otra novia que no tuve, quien tras horas y horas invertidas al teléfono, una tarde me dijo: “No sé si sea mala noticia para ti pero ya tengo novio”. En cuestiones de tiempo no hay reembolso, comencé a calcular las horas-libro que había perdido y me dije que no volvería a sucederme algo así, pero aunque el espíritu esté presto, la carne es débil. Al poco tiempo ya estaba tras los pasos de otra dama.
Hay una cuyo recuerdo es como una taza de café al atardecer, la compañía perfecta. Con ella estuve a punto de falsear el dicho de que donde hubo fuego, cenizas quedan. Tras el intento de pretenderla, logramos una complicidad libre de coartada, alcanzamos esa magia que sólo pueden lograr una mujer y un hombre que optan por complementarse sin enamorarse. Es tan maravilloso que es imposible sostenerlo a través del tiempo, probablemente ese sea el encanto, en cuanto inicia comienza su final.
He compuesto seis canciones en mi vida, ninguna de ellas memorable. Una fue inspirada por una novia que no tuve, la primera estrofa sonaba así:

Sobre la arena deslizando una ilusión,
tu vista atrapa a las aves al flotar
y te estremeces al pensar,
que algún día alas tendrás

     Tenía diecisiete años y cuando interpretaba mi canción al piano generaba el efecto cucaracha, todos alrededor se esparcían o se ocultaban en el rincón más cercano. Recurrí al placebo de quien no logra popularidad con sus creaciones: “Canté para mí”. Solamente mi querido primo Gerardo encontró algún valor a mis canciones y en algún momento me grabó con un artefacto casero, años después las digitalizó, gracias a lo cual todavía conservo dos de ellas. Entre las que se encuentra la de Sobre la arena, dedicada a esa otra novia que no tuve.
     Recordar a las novias que no tuve es como entrar en una librería de viejo, donde encuentras tomos que en su momento tuvieron un lugar importante en la vida, pero al paso de los años se unieron a una colección empolvada y perdida en las capas geológicas de la memoria. Te acercas, miras algunos con indiferencia, te detienes frente a otros con nostalgia, abres los que particularmente remiten a un bello recuerdo, pero al final te vas sin llevarte ninguno. Parafraseando al maestro Cervantes Saavedra, varias de ellas se ubican en algún lugar de una mancha y de sus nombres no quiero acordarme, muchas han sido diluidas por el olvido y otras, muy pocas, habitan en mi Monte Helicón, musas que de tiempo en tiempo retornan para obsequiarme un motivo para escribir, sobre eso que no fue, pero aún así, viví con ellas. 

2 comentarios:

  1. No pude evitar recurrir a mi grandiosidad e imaginar si soy la novia que alguien to tuvo. La pregunta de si estoy en esa lista para alguien me recordó la publicación que hizo en los días del comercio de febrero 14, eso de que me piensen resultó agradable. Lo cierto es que tengo mi propia lista y estoy agradecida porque ha sido un fontanal de inspiraciones, comparto un fragmento de un escrito que nació de estas experiencias: "si este dolor de tu ausencia pudiera abandonarme, igual lo lamentaría, porque finalmente, es lo único que tengo, lo único que me queda, la única miseria que de ti conservo, al pensar porqué no fui yo y si fue ella". GRACIAS MAESTRO por traer a mi consciente esos pasajes de mi historia que no se anulan y no se contradicen con mi estilo de vida. saludos!

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    1. En respuesta a tu escrito te comparto esto que escribió Antonio Machado: "En el corazón tenía la espina de una pasión; logré arrancármela un día: ya no siento el corazón... Aguda espina dorada quién te pudiera sentir en el corazón clavada". Saludos

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