jueves, 22 de mayo de 2014

¡Elohi, Elohi! ¿Por qué no me has abandonado?

En el embaldosado del templo
se escurrió mi espíritu,
fluyó entre las grietas del desaliento,
diluiste mi fe en tu indiferencia,

Yo era lluvia en tu desierto,
ahora soy carne secándose en el tiempo,
angustia estéril que se devora a sí misma,
fetiche de una conciencia infectada con muerte.

Me revuelco en el barro que dio forma al primer padre,
untado con su ADN te pido empezar de nuevo,
retornar a la tiniebla previa a tu voluntad de ser Verbo,
ahí donde eras absoluta ausencia.

¡Elohi, Elohi! ¿Por qué no me has abandonado?


2 comentarios:

  1. Tal vez por que estaba esperando esa pregunta y muchas otras que se gestan en nuestro interior. Me he preguntado si es una súplica, un reproche o un grito de esperanza.

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    1. Quien ha tenido fe en algún momento de su vida conservará siempre una herida tras la incredulidad, un dolor nostálgico por la esperanza que una vez sintió, es el duelo por la eternidad perdida. El poema es un lamento por la ineludible extinción y la soledad del ser sin providencia. Un abrazo

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