martes, 24 de junio de 2014

Charles Lasègue y el nacimiento de la anorexia



Han pasado más de ciento cuarenta años desde que Charles Lasègue (1873) delimitó la sintomatología de la anorexia en su artículo clásico Sobre la anorexia histérica, aún así el padecimiento todavía guarda profundos misterios. Se le ha querido etiquetar como mal de época, pero Ginette Raimbault y Carroline Eliacheff (1989) en su libro Las indomables. Figuras de la anorexia, nos aportan extensos y estructurados argumentos para mostrarnos que ya en la Grecia clásica, se encuentran expresiones de los síntomas en narrativas como Antígona de Sófocles. Por otra parte, los escritos y biografías de las místicas católicas se encuentran selladas con las ideaciones y conductas propias de la anorexia, las autoras se detienen en el análisis de Santa Catalina de Siena, doctora de la Iglesia Católica que vivió en el siglo XV. También sale a escena, la famosa Sissi, Isabel de Baviera, Elisabeth de Austria-Hungría, quien fue inmortalizada por el director cinematográfico Ernst Marischka en su trilogía: Sissi, Sissi emperatriz y El destino de Sissi; estelarizada por Romy Schneider. Se dice que Sissi era una de las mujeres más bellas de su época, cuando vemos sus fotografías descubrimos que quizá en la actualidad no estaría considerada dentro de los más altos estándares de belleza, sin embargo, sus vestidos victorianos y su arreglo le daban un aire acorde a su posición, imperial. Estos mismos atuendos  le permitieron ocultar su delgado cuerpo el cual sometía a estrictas dietas y exhaustivos ejercicios. Por último, Raimbault y Eliacheff (1989), nos ofrecen el semblante de Simone Weil, la filósofa francesa de origen judío que renunció a su bienestar burgués para vivir las penurias de los más desfavorecidos de su sociedad. Al igual que sus antecesoras, Weil comía lo mínimo indispensable para sostenerse en pie, al tiempo que manifestaba hiperactividad, en su caso, esto implicó trabajar por temporadas como obrera en diferentes contextos, lo cual hacía hasta que su cuerpo se derrumbaba y requería una recuperación. Murió a los 34 años enferma de tuberculosis y desnutrida.

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