jueves, 28 de agosto de 2014

Un bicho se alojó en mi conciencia (Cuento corto)

Un bicho se alojó en mi conciencia,
engordó a costa de mis ideas,
meses atrás engulló las primeras líneas de un poema,
sentí sus patas arrastrando a sus fauces cada letra,
desesperado golpeé mi cabeza para tumbarlo,
recé letanías para empacharlo con material tóxico,
bebí tequila esperando se mareara y desistiera,
inclemente, el artrópodo resistió mis ataques,
aniquiló mis versos.

Una noche le agradecí que degustara mis pesadillas,
dejé atrás la gratitud cuando por la indigestión vomitó sobre un sueño erótico,
matiz que convirtió la jornada en un festín sadeano,
entre las tinieblas escatológicas surgió el deseo de aspirar insecticida,
eliminar al insecto,
pero recordé la temporada en que me sentí cucaracha,
temí suicidarme en el intento.  

Durante una sesión de psicoanálisis,
acostado en el diván estaba por develar un recuerdo encubierto,
sin importarle mis años de represión,
el bicho devoró la evocación,
tras lo cual invernó un tiempo en mi inconsciente,
fueron días en que si me cruzaba con una alimaña, 
tenía impulsos edípicos,
perseguía moscos con la intención de asesinarlos para casarme con la mosca,
me enamoré de una que otra garrapata.

Vaciada mi conciencia, el parásito comenzó a sufrir hambres,
para ese momento mis habilidades mentales eran casi nulas,
aún así mis balbuceos eran celebrados en las redes sociales,
cuando quise compartir el drama que vivía,
recibí agresiones de grupos defensores de animales cognófagos,
de asociaciones ecologistas que protegían los derechos del bicho,
con el argumento de que mi conciencia era su hábitat.

Compadecido de la situación desesperada de mi inquilino,
tomé antidepresivos,
si la despensa de mis pensamientos se había agotado
al menos podía obsequiarle unos baños de fluoxetina,
percibí algunos cambios en su comportamiento,
una vez sentí que con una patita dibujó en una de mis neuronas un “like”.

Han pasado varias semanas sin que sienta su presencia,
los conceptos retornan poco a poco a mi conciencia,
pero es como si mi memoria se hubiera reseteado,
apenas identifico a las personas que afirman conocerme,
mi única remembranza es el insecto,
me siento responsable de su muerte,
debí haber tenido más ideas, más reminiscencias, más fantasías, más sueños;
lo pude alimentar por varios años, ¡maldita acedia!
A manera de Requiem, escucho el Vuelo del abejorro de Rimsky Korsakov,
una araña en la pared, un escarabajo traído por el viento, un ciempiés extraviado;
les quiero hablar, son familia,
pero suena mi móvil y su llamado diluye el encanto.

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