jueves, 1 de enero de 2015

Imaginar, sentir, pensar y jugar. Evocación de los ensueños infantiles.


La realidad nunca fue suficiente; hacía falta la magia.
Hermann Hesse

       La flauta lleva la melodía al tiempo que los pianos descienden por las escalas, la sensación es de un lento hundimiento, vamos hacia un lugar desconocido pero mágico; miedo, sorpresa y entusiasmo se diluyen entre sí para dejarnos una emoción compleja, una ilusión. La caída nos lleva al mundo de nuestros ensueños infantiles, donde habitan los seres luminosos y terribles que nos acompañaron a través de la década más prolífica de nuestra mente. La evocación es inspirada por el movimiento número siete de la suite Le carnaval des animaux (El carnaval de los animales) de Camille Saint-Saëns, pieza hipnótica, puerta a la dimensión de lo fantástico. Cual ninfa del bosque, las notas del francés nos fascinan, nos atrapan para llevarnos hacia lo insospechado.  
       Vuelo sobre el reino de la Fantasía en el  dorso de Fújur, el dragón blanco de la Historia Interminable de Michael Ende, lloro sobre el pantano donde murió de melancolía Artax el veloz caballo de Atreyu, recuerdo mi obsesión por conseguir una réplica de ÁURYN, el medallón con dos serpientes  mordiéndose la cola que en su reverso tenía grabada la frase “Haz lo que quieras”. Tenía la certeza que ÁURYN me ayudaría a sobrellevar las eternas y tediosas horas de escuela, recuerdo una ventana la cual rompí en varias ocasiones en mis fantasías en compañía de ese dragón de la suerte, con quien me iba a cualquier parte, lejos de esos multitudinarios salones.
      También retorna la maravillosa Magic Dance cantada por el Rey Jareth (David Bowie) en la película Labyrinth protagonizada por la hermosa Jennifer Connelly quien contaba en esa época con 16 años. Quizá el laberinto es una de las figuras más encantadoras y angustiantes, metáfora de la vida misma en la que sabemos donde iniciamos pero no donde ni como concluiremos, es el reto a nuestra inteligencia, el principio y el final de todo reto. El laberinto tiene varios significados, Chevalier y Gheerbrant en su Diccionario de Símbolos refieren los más destacados. En las iglesias medievales eran grabados en el suelo como firma de gremios y cofradías iniciáticos de constructores y sustituían el peregrinaje a Tierra Santa. También ha sido utilizado y representa un sistema de defensa, en este sentido anuncia la presencia de algo precioso o sagrado. Tiene un significado solar y en la tradición cabalística el laberinto tiene una función mágica, parte de los secretos heredados del Rey Salomón. Asimismo simboliza el viaje interior hacia el misterio profundo de uno mismo, la llegada al centro es el término de una iniciación, ahí se opera la transformación del yo la cual se afirma al final del viaje, cuando se retorna a la luz. En el caso de la película, Sarah (Connelly) ingresa al laberinto para salvar a su medio hermano tras haber aceptado el reto del Rey Jareth, su viaje podría significar el retorno a sí misma para encontrar el plexo del cual nace su odio al bebé que han dejado a su cuidado. Al rescatarlo, Sarah no sólo se transforma a sí misma, sino también el vínculo con su hermano y por tanto libera a la genealogía de una herencia de rencor.
Que decir de The Raiders March, el tema de Indiana Jones, compuesto por el ambientador de los sueños infantiles de los años 70’s y 80’s del siglo XX, John Williams (compuso la música de las sagas de Superman, Star Wars e Indiana Jones, así como de la película E.T.). Aunque he sido seguidor de cada uno de los episodios de Star Wars, las películas de Indiana Jones,  particularmente las de En busca del Arca perdida y La última Cruzada, me hechizaron. No es azaroso, aunque los largometrajes los dirigió Steven Spielberg, el creador del personaje fue el genio de los arquetipos, George Lucas. Mi educación católica me permitió entender los símbolos y arquetipos de estas dos películas, las dos grandes representaciones de la Alianza en la tradición judeo-cristiana, el Arca de las tablas de Moisés y el Santo Grial de Jesucristo, la conjunción del Padre y la Madre, la Ley y el Amor. Se agradece el que los creadores de historias y los cinematográficos respeten tu inteligencia desde que eres niño, que no le teman a los datos, a los acertijos, a la complejidad. Indiana Jones es el héroe nómada, un héroe de dos caras, en el que cohabitan el erudito y el aventurero, el académico y el mercenario. Además la presencia de Harrison Ford tanto en la saga de Star Wars como Han Solo y como protagonista de Indiana Jones, creó una conexión entre las dos narrativas. Muchos se identificaron con los héroes espirituales, como Luke Skywalker, en lo personal, siempre me gustó más la línea de los personajes de Harrison, quienes siempre se quedaban con la chica más guapa.
Mis referencias más queridas de la niñez definitivamente fueron las tiras cómicas, en especial Mafalda, Garfield y Calvin y Hobbes. Sin pretensión de presumir sino de dar cuenta de mi obsesión, les cuento que siendo niño-preadolescente, bastaba con que me describieran cualquiera de los primeros cuadros de las tiras de Mafalda para que pudiera completar el resto casi con los textos exactos. Leyendo esta maravillosa obra de Quino, sentía que tenía un poco de cada uno de los personajes, en particular de Mafalda, Guille y Libertad, esta última pequeña reaccionaria me causó una gran simpatía desde la primera vez que la encontré en la historia. Tanto Garfield como Calvin me atraparon por su cinismo y autenticidad, como las películas referidas, considero que estos personajes se dirigen a la inteligencia infantil, se burlan de los imperativos parentales, educativos y sociales, además de que se expresan con un lenguaje lejano a lo simple. Pasada la adolescencia los nombres de Calvin y Hobbes me resonaban más allá de la ficción, había una razón, los nombres están tomados del reformista Juan Calvino y del filósofo del Leviatán Thomas Hobbes, dos promotores de la predestinación, quedaba clara la intención sardónica del autor Bill Watterson.
      La filósofa Martha Nussbaum, quien recibió el premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en el 2012, sustentó el Modelo de las Capacidades Humanas para evaluar la calidad de vida, son diez criterios, cada uno con sus indicadores, uno de ellos se denomina Sentidos, imaginación y pensamiento, otro Juego. Me gusta su propuesta y la he utilizado desde hace varios años como referente, una gran parte de los modelos para la evaluación de la calidad de vida se enfocan en aspectos materiales, los cuales son importantes, sin embargo, cuando estos faltan lo único que salva son la imaginación y el juego, pero no sólo eso, el que se los postule como capacidades humanas básicas, les otorga un lugar prioritario en el desarrollo tanto de niños, como de adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos. En una era impregnada por la ansiedad por el futuro, los niños son víctimas de la sobre-educación, tanto sus padres como sus escuelas tienen altas expectativas de que desarrollen todo un menú de competencias con la finalidad de que tengan éxito en la vida. Lo cierto es que más allá de lo que predican los gurús del triunfo como Kiyosaki, el éxito depende de muchos factores, entre ellos la suerte y el apoyo económico desde el cual se emprende. Analícenlo con serenidad, ¿cuántos de sus contemporáneas y contemporáneos han podido realmente superar de manera significativa la brecha económica de sus familias de origen? Si l@s hay, pero son excepcionales.
Desde este planteamiento la pregunta es: ¿para qué atormentamos a niñas y niños con nuestros fantasmas de fracaso cuando el verdadero talento emana de la imaginación, las sensaciones, el pensamiento, el juego y la libre expresión? Una vez manifestado hay que orientarlo y pulirlo, pues no hay creación ni resultados sin esfuerzo y disciplina, pero si de antemano no se trabaja desde el talento todo empuje es vano.
       Mientras los exitosos se engullen entre ellos, propongo que disfrutemos de nuestros talentos y dejemos a los niños disfrutar de los suyos.
 




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