martes, 28 de abril de 2015

Acerca de un poema de Jacques Lacan

In Memoriam.
Para la Dra. María del Carmen Pérez Solano.
Maestra de una genealogía,
árbol que vivirá al menos cien años más.  
En gratitud por sus enseñanzas y
por abrirme las puertas al psicoanálisis con niños.



Cosas, que fluya en ustedes el sudor o la savia,
Formas, que nacían de la fragua o la sangre,
Su torrente no es tan denso como mi sueño;
Y, si no las golpeo con un deseo incesante,

Atravieso sus aguas, caigo en la orilla,
Atraído por el peso de mi demonio pensante.
Solo, él se enfrenta a la dura tierra en la que el ser se eleva,
Ciego y sordo al mal, al dios sin sentido,

Pero apenas todo verbo ha muerto en mi garganta,
Cosas, que nacían de la sangre o la fragua,
Naturaleza, - me pierdo en el flujo de un elemento:

Aquel que se gesta en mí, igual les provoca,
Formas, que fluya en ustedes el sudor o la savia,
Es el fuego que me hace su amante inmortal.

Jacques Lacan. Hiatus irrationalis (1929)
Traducción del francés: Miguel Ángel Brand

La novelista Lise Deharme fue una musa del movimiento surrealista, el “primer amor imposible y loco” de André Breton. En el año 1933 creó una revista surrealista a la que denominó Le Phare de Neuilly. Entre las  páginas de los pocos números que se publicaron, se encuentran las firmas de autores como: Raymond Queneau, Man Ray, Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier, Natalie Barney, D.H. Lawrence, James Joyce, Jean Supervielle, Marcel Jouhandeau, Jean Follain, George Vitrac, Robert Desnos y, claro, Jacques Lacan.
La contribución del joven psiquiatra fue el poema Hiatus irrationalis (Hiatos irracionales), el cual escribió originalmente en una carta al editor Fernand Alquié en 1929. Originalmente lo tituló Panta Rhei (Πάντα ε), en referencia al  Todo fluye de Heráclito y se inspiró en la obra del místico y  teólogo de los siglos XVI y XVII Jakob Böhme, quien tuvo como sus principales temas el mal, el pecado y la redención. Luis Tamayo refiere que Dufour en su texto Lacan et le miroir sofranique de Boehme, “nos muestra un sostén insospechado del estadio del espejo de Lacan, en el pensamiento del Teólogo J. Böhme (1575-1624), el cual sostenía que Dios se reflejaba en su espejo, de lo cual Dufour deriva una cierta divinización del hombre, en el pensamiento de Lacan, por el hecho de subjetivarlo también ante el espejo”. En ese momento Jacques Lacan tiene 28 años y llama la atención su fascinación por el místico y teólogo, simultánea a su gran decepción por la ordenación como sacerdote católico e ingreso de su hermano Marc a la Abadía cisterciense de Hautecombe.
      En 1929, Lacan es  todavía residente, sus publicaciones de esa época están lejos del psicoanálisis, ese año escribe sobre el mal de Parkinson y sobre las parálisis generales. Será hasta 1932 que concluya su especialización en psiquiatría con la tesis De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad e inicie su psicoanálisis con Rudolph Loewenstein. Es el año en que se enamora de Olesia  Sienkiewicz, cuyo matrimonio con Pierre Drieu La Rochelle, acababa de concluir por el romance que éste inició con la escritora argentina Victoria Ocampo, esa brillante mujer cuya vida se entrelazó con personajes como José Ortega y Gasset, Rabindranath Tagore, Hermann Keyserling, Virginia Woolf, Jorge Luis Borges, Eduardo Mallea y Roger Caillois.
      Es la conexión Sienkiewicz-Drieu La Rochelle-Ocampo, la que da el contexto para otra referencia al poema de Lacan.
     En la correspondencia publicada de Victoria Ocampo se encuentra una primera referencia a Lacan en una carta a su hermana Angélica el 11 de enero de 1930, escrita desde París:

“Anoche comí en lo de Jo A. con Fargue (divertido pero me revienta), Riviere y un muchacho, Jacques Lacan, de quién me estoy haciendo, a pasos agigantados, muy amiga”.

      Relata que fueron la Ópera y después cada quien fue a su casa, salvo Lacan, que se fue al Hospital Sainte Anne. Al poco tiempo éste le llamó para decirle que necesitaba hablar con ella y se desplazó hasta su casa y la charla se extendió hasta las 5 de la madrugada. Ocampo continua la carta:

“Lacan es exactamente lo contrario de Drieu, física y moralmente. Pelo negro o casi, entusiasmo, entusiasmo y entusiasmo, gran boca; ¡la boca más y más simpática que te puedas imaginar!... PD: Lacan es inteligentísimo. Me gustaría que lo conocieras”.

      Inició un romance. El 20 se enero Victoria le escribe de nuevo a su hermana:

“Es decir, enferma he estado, pero muy poco. Un resfrío y dolor de garganta. Y como no quiero que mi antigua amiga se encuentre con terreno propicio para volverse a instalar, me quedé en cama ayer. Jacques Lacan me limpió la garganta con un desinfectante maravilloso. Ya no me incomoda pero tengo resfrío en la nariz… Jacques Lacan es un individuo no menos singular en otro género. Inteligente y ambicioso. Lleno de no se que energía desaforada que lo devora física y moralmente. Con sueños napoleónicos de poderío. Trabaja en el hospital. Escribe… Sale, no se a que hora duerme, ni a que hora come. Odia a Paul Valery y escribe versos valéricos. Estos por ejemplo…”

      En este punto, Victoria Ocampo transcribe el poema Hiatus irrationalis.
      El 7 de febrero escribe:

“Lacan es muy extraordinariamente inteligente, pero de carácter intolerable peor que Drieu a pesar de ser totalmente distinto-. Nos peleamos diariamente y a cada rato tomo la resolución de no verlo más. Pero como no tiene reemplazante que se le asemeje, lo sigo viendo. Pensamos ir a Chartres este domingo, pero acabo de tener una discusión con él por teléfono y creo que no iremos”.

      El 16 de febrero refiere:

“Me he peleado con Jacques L. a causa de Cocteau. Se dejó embaucar por el aspecto sentimental de la pieza [La voz humana] y no se da cuenta de que es una prostitución del corazón así como la carta de Maritain es una prostitución de la Fe. Cocteau vale en otro plano y por otros valores”.

       Al parecer hasta ahí llegó el romance, fugaz pero intenso.
       Osvaldo Quiroga refiere que aunque la relación resultó tormentosa, las huellas que ha dejado para la posteridad merecen cierta atención. En Villa Ocampo de San Isidro se encuentran dos seminarios de Lacan, ambos firmados el 21 de marzo de 1975 en París. Uno es “Encore” y la dedicatoria dice: “Que raro que nos encontremos hoy, Victoria”. El otro es “Les écrits techniques de Freud” y sostiene: “Victoria, amor mío, te dedico esto…” De lo que no caben dudas es del interés de Victoria por Lacan. Roger Callois, que mantuvo una relación sentimental importante con la autora de los “Testimonios”, narra que en 1945, durante una conversación entre caballeros, Lacan le confiesa que la relación con Victoria Ocampo lo volvió consciente de su propia inflexibilidad. Callois permanece exiliado en la Argentina durante toda la guerra, pero ni bien regresa a París recibe el recado de Victoria de ubicar a Jacques Lacan. Cuando esto ocurre, Callois le escribe a Victoria: “Ayer cené en lo de Lacan. Me hizo muchas preguntas sobre ti. Deplorando el choque de caracteres entre ambos, que habría arruinado las perspectivas de un entendimiento agradable. Se lamentó de no haber sido flexible. A mí me pareció muy presuntuoso”.
La última huella del poema Hiatus irrationalis, quedó en 1977 en la revista Le Magazine Littéraire, fundada en 1966 por el periodista y escritor Guy Sitbon.
Frente a esto sólo cabe afirmar que un poema nunca es sólo un poema, sino la intersección entre la inspiración de una subjetividad que se expresa poéticamente en un instante y una historia, que puede ser desde brevísima hasta trans- época. El poema de Lacan es una obra de su periodo de gesta, cuando era Jacques-Marie y no el significante que se transfiguró de sustantivo en adjetivo, es de Lacan antes de lo Lacaniano. Pero como mito de origen, en él ya se encuentra el germen de la complejidad, del asombro frente al flujo del universo y del sujeto atrapado por siempre en sus entrañas.

miércoles, 22 de abril de 2015

El dolor de Christine


Para Juhan. Silencio y memoria
en el adiós a su padre

Deseando que estuvieras aquí otra vez,
deseando que estuvieras cerca,
a veces parecía que estaba soñando
que tú estabas aquí.
Deseando poder escuchar tu voz de nuevo,
sabiendo que eso no era posible,
soñar contigo no me ayudará a cumplir
todo lo que soñaste que yo haría.

Andrew Lloyd Webber. Wishing you were somehow here again (The Phantom of the Opera)

     Christine está frente a la tumba de su padre, al ser huérfana temprana de madre, ese hombre se constituyó en el referente de su existencia, sensible a la terrible incertidumbre que provoca la ausencia materna, este padre le obsequia una sustituta que la acompañará en todo momento, la música. De esta manera el canto se convierte en una invocación a la madre y cuando su voz enamora al atormentado Fantasma de la Ópera, Christine puede unir imaginariamente a sus padres, El Fantasma (padre) ama a su voz (madre) y juntos la impulsan a crear su devenir. La de Christine es una historia triste, la suya es la orfandad más solitaria. El drama se desencadena cuando aparece el amante Raúl, el cual sólo podrá entrar en el corazón de Christine cuando huyan los fantasmas de sus padres. Pero la decisión no es simple, un padre imaginario se construye a la medida y nunca abandona, un amante real puede ser inconstante en sus afectos y puede irse, con el riesgo de ahondar la herida hasta lo insoportable.
     Frente al mausoleo del padre, el Fantasma toca con su voz la dolorosa huella del abandono de Christine:

Niña errante,
tan perdida, tan desamparada,
anhelando mi guía.

     La respuesta de Christine está impregnada de la confusión propia de lo que Freud denominó la transferencia, esas representaciones tempranas de los seres amados que proyectamos sorpresivamente en quienes no son:

Ángel o padre,
Amigo o fantasma.
¿Quién está mirando?

       El Fantasma le responde desde la transferencia:

Has vagado demasiado en invierno,
lejos de mi paternal mirada.

        Aparece Raúl y se acaba el juego de sombras, enfático convoca a  Christine al terreno árido de la realidad: “Él no es tu padre” y en ese momento para la joven la soledad es absoluta, por lo que se niega todavía a despedirse del Fantasma.  
       Christine oscila entre el pasado y el futuro, recrimina al Fantasma estar muerto pero no lo deja ir, por lo que es él quien tiene que llevarla al punto de no retorno:

Acabaste con mi paciencia, haz tu elección.

      Con Raúl amarrado a un lado, Christine se dirige al padre muerto:

Desdichada criatura de la obscuridad.
¿Qué tipo de vida has conocido?
Dios, dame valor para demostrarte que no estás solo.

       Y lo besa intensamente en los labios, Christine ha hecho su elección, prefiere permanecer en las tinieblas antes que lanzar a su padre definitivamente al Hades, no conocerá el amor romántico pero nunca más se sentirá sola. Pero es en ese momento donde el Fantasma la destierra de las catacumbas, con un grito que parece decir: Haz de vivir aunque esto signifique perderme en el olvido. Libera a Raúl y los expulsa. Sin Christine, el Fantasma pierde su ancla con la vida:

Sólo tú puedes hacer que mi canción alce el vuelo.
¡Ahora la música de la noche terminó!

        El Fantasma desaparece y tan sólo permanece una máscara, aquella que cubría las marcas de su rostro, las evidencias de su condición exánime. La máscara es encontrada por otra joven ¿quizá otra huérfana que traerá al Fantasma de nuevo a la vida?
      Para el psicoanalista Heinz Kohut, el padre es quien entrelaza nuestra grandiosidad narcisista con nuestros talentos y con ellos nos construye un lugar en el mundo. La madre nos da la certeza de que merecemos estar vivos, el padre nos entrega el orden del mundo, donde el ser no basta, pues está sometido al tiempo y el tiempo es siempre devenir. El padre nos muestra que somos, pero siempre estamos en camino a la transformación. Este proceso implica que en algún momento tenemos que despedirnos de nuestros padres, todos somos en algún punto Christine, nos encontramos en la encrucijada de guardar perpetua lealtad a nuestros padres, ser hijos por siempre o constituir el origen de una nueva historia. Nuestro amor será siempre una expresión del espacio libre dejado por los anhelos de nuestros padres.



martes, 7 de abril de 2015

El mito del último hombre

Para Santiago, por estos 9 años de luz

Se alejan las aves,
me agazapo entre las raíces del viejo roble,
el peso del ocaso empuja mis manos a la tierra,
escarbo en busca de la sangre de los primeros dioses,
la que trazó los linderos del universo
y separó lo vivo de lo muerto.

Mi nostalgia es antigua,
vestigio de la era previa a la conciencia,
cuando el sol era sol y la luna era luna
y ningún presagio antecedía a las catástrofes.

Inicia la liturgia del estremecimiento,
me envuelve el sonido,
se desvanecen los significados,
el tiempo se fractura,
soy el último hombre,
conmigo muere la angustia,
conmigo acaba lo eterno.